Woody Allen expresa su melomanía

Imagen de 'Acordes y Desacuerdos' de Woody Allen

Woody Allen siempre será recordado por todo el universo cinéfilo por miles de razones. Y una de esas razones es su tendencia a dedicar toda una película a uno de sus temas predilectos. Si Interiores o Recuerdos son auténticos homenajes a dos de los cineastas más queridos por el director neoyorquino, como Ingmar Bergman o Federico Fellini, en Acordes y Desacuerdos somos testigos de un auténtico canto de amor al jazz.

El artista neoyorquino nos sumerge en la América de los años 30, la misma que surgió posteriormente en Cafe Society, solo que en este filme los protagonistas son los músicos y no los clientes de una cafetería. En concreto, el protagonista es un guitarrista magistral, maravillosamente interpretado por Sean Penn, que vive obsesionado con el único y legendario Django Reinhardt, uno de los mejores guitarristas de la historia. Desde el inicio del filme, Woody Allen nos presenta al gran Emmet Ray (el personaje interpretado por Penn) utilizando la misma técnica que usó en Zelig; el falso documental.

De esta manera, el director neoyorquino, de una forma totalmente magistral y sin fisuras, nos adentra en la historia del extraordinario músico Emmet Ray rompiendo otra vez las sinuosas reglas que separan a la realidad de la ficción.

El resultado de este experimento es más que notable, ya que imprime más credibilidad al relato, un relato que ya de por sí desprende una veracidad enorme, gracias al enorme trabajo de sus actores.

 

Título: ‘Acordes y desacuerdos’. Dirección: Woody Allen. Reparto: Sean Penn, Samantha Morton, Uma Thurman. Año: 1999. Género: Comedia, drama. Duración: 95 minutos.

Autor: José María Sánchez es estudiante del grado en Periodismo del CESAG. Artículo publicado en la edición número 161 de ‘Mater Purissima’.

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