Riesgos en las TIC: educar para prevenir

Imagen del reportaje prevenir riesgos TIC

FOTOGRAFÍA: MATTHEW HENRY (UNSPLASH.COM)

Niños y smartphones. Casi dos millones de respuestas en la biblioteca y oráculo global: Google. Primera respuesta del buscador: 10 motivos para prohibir los smartphones a niños menores de 12 años. ¿Pero ocurre eso en realidad? ¿Los padres niegan móviles y redes sociales a sus hijos? Diferentes estudios describen una realidad muy distinta. En España, uno de cada dos niños de once años ya contaba en 2016 con celular, anunciaba una encuesta del Instituto Nacional de Estadística. Con doce, tres de cada cuatro. A los quince, lo raro es no tener uno.

¿Es sólo un tema de la telefonía móvil? Parecido panorama presenta el uso de redes sociales: el 45% de los menores de 16 años tienen al menos un perfil en una de ellas, destaca el informe Net children go mobile. Riesgos y oportunidades en internet y uso de dispositivos móviles entre menores españoles (2010-2015). Incluso es así a una edad muy precoz: un 15% de los entrevistados de 9 y 10 años ya reconocían en 2015 que disponen de perfil. Y eso que la edad mínima requerida por las principales propias redes sociales bascula entre los 13 y los 14 años.

‘Más oportunidades, más riesgos’. «Cuanto más usan Internet los menores, de más oportunidades van a disfrutar, pero también a más experiencias de riesgo van a exponerse», destacan los autores de este estudio, Maialen Garmendia, Estefanía Jiménez, Miguel Ángel Casado y Giovanna Mascheroni, investigadores de la Universidad del País Vasco.

Por ello, palabras y realidades como el ciberacoso (ciberbullying), sexting (difusión de mensajes e imágenes de carácter sexual) o la preocupación por que los menores difundan más información personal en sus comunicaciones digital de lo conveniente, o acerca del uso que harán de ellas los demás, son temas cada vez más presentes a nivel educativo. Y el laissez faire, el dejar hacer, no es una opción recomendable.

«Hay que constatar una realidad: la familia, para muchos jóvenes, ya no es la principal fuente de socialización. Para ellos, lo pueden ser los amigos. Con Internet y con los móviles, no tienen por qué estar a su lado. Si desde la educación, o como padres, no nos metemos en este tema de las redes, con el argumento de ‘no, porque yo de esto no entiendo, ahí tenemos un gran problema, porque es ahora uno de los principales canales para integrarse en la sociedad. Es un espacio en el que también hay que educar, desde una base de valores, de actuar con responsabilidad, de saber respetar al otro», describe Izaskun Sarabia, educadora social y doctora en Educación por la Universidad de Deusto, autora de la tesis Conductas de riesgo en jóvenes y adolescentes a través de las redes sociales.

No demorar. Guillermo Cánovas, director del Observatorio para la Promoción del Uso Saludable de la Tecnología Educalike, apunta que conviene tratar estos temas, cuanto antes, con naturalidad. «Puedes tener la tentación, como padre, de retrasar al máximo el uso de móvil o la entrada en la tecnología de tu hijo. El problema de demorarlo mucho es que si comienzas a hacerlo cuando es ya adolescente, entonces, posiblemente no acepte ya ningún tipo de guía» o que la considere intrusiva en su privacidad, y que sea sea mucho más difícil trasmitirle consejos útiles. Para Cánovas, la clave en el acceso a las nuevas tecnologías «no es tanto el cuándo sino el cómo. ¿Un niño va a acceder a un móvil con Internet sin la menor formación y supervisión? Los padres tienen una responsabilidad».

A este respecto, Laura Davara, profesora de la Universidad Isabel I y doctora en Derecho por la Universidad Pontificia Comillas, señala que «debería existir una asignatura en Educación Primaria que enseñase a hacer un buen uso de las nuevas tecnologías: los niños se manejan muy bien con ellas, pero muchísimas veces lo hacen sin el suficiente apoyo de padres y docentes». Hay cuestiones importantes en un buen uso a diferentes niveles, tanto legales, como educativos y sociales: «el anonimato es la gran mentira de Internet. Una cosa es que sea más fácil o más difícil encontrar quién hay detrás de un mensaje o de la difusión de una imagen comprometida», pero Davara puntualiza que el concepto de anonimato absoluto es algo que no existe en las redes, al igual que el mito de Internet como un espacio sin ley.

Explica Davara, autora de la tesis Implicaciones socio-jurídicas de las redes sociales (publicada por la editorial Aranzadi en 2016), que «las redes sociales han cambiado el paradigma y la forma de comunicarse, y eso ha llevado muchas cosas buenas, pero también implica riesgos. Hay que tener muy en cuenta que todo lo que subas sobre tí en las redes sociales, quedará ahí para toda la vida», construyendo lo que se conoce como identidad digital. Un retrato que no tiene por qué coincidir con la imagen que uno tiene de sí mismo.

De hecho, una fotografía comprometida de una fiesta con compañeros de instituto, universidad o trabajo, donde has sido etiquetado (muchísimas veces sin avisar o pedir permiso), puede llegar a constituir un problema al buscar un empleo. Y curiosamente, quienes han vivido situaciones similares, en vez de ser comprensivos con ellas, pueden actuar como jueces aún más severos.

Perfil de uso. Las diferencias de edad en el uso diario de Internet, según el estudio Net Children go mobile, son más pronunciadas para el uso privado y móvil de internet, donde se vive un cada vez más acentuado proceso de personalización y ‘privatización’ de la conexión. Entre adolescentes de 15 y 16 años es mucho más probable acceder a internet desde su propia habitación(75%) o cuando están en la calle (32%) que en cualquier otro grupo de edad, con el smartphone como dispositivo usual para conectarse.

Para los autores del estudio, «llama la atención que las chicas se conectan menos desde una habitación común que los chicos». ¿Actividades más usuales online de los jóvenes? Las siete principales: usar servicios de mensajería instantánea (54%), ver videoclips (44%), escuchar música (42%), buscar información (38%), usar Internet para las tareas escolares (28%), visitar un perfil en una red social (27%), y, por último, publicar fotos, vídeos o música para compartir con otras personas (20%).

En lo que se refiere al número de contactos de quienes se sumergen en las en redes sociales, un 19% de los menores afirma contar con más de 100 contactos. Este número crece ligeramente entre los niños (22%), los adolescentes de 15-16 años (21%) y, sobre todo, entre los de 13-14 años (25%). Asimismo, también es más numeroso entre los de nivel socioeconómico alto (22%).

Experiencias del riesgo. En España, según esta misma encuesta, un 18% de menores reconocen haberse sufrido experiencias online que les han molestado. Una cifra aún mayor, un 31%, afirman haber experimentado alguna forma de acoso, online u offline. Otro 11% reconoce haber conocido cara a cara a alguien que previamente conocía por internet. Para el 1% (menos de uno de cada diez de ellos) resultó una experiencia «muy» o «un poco» disgustante.

Una cifra bastante superior, un 31% han recibido mensajes sexuales de algún tipo (sexting), y un 14% afirma haberse sentido ‘muy’ o ‘un poco’ disgustado como consecuencia. Este tipo de mensajes llegan en su mayoría por mensajería instantánea (15%) que por una red social (9%).

Llama la atención, por otro lado, que el 44% de los menores encuestados reconozca que indica una edad que no es la suya en sus perfiles de redes sociales. Esta práctica es más habitual entre los chicos que en las chicas, y varía poco con la edad (ya se detecta a los 9 años).

En las conclusiones del informe, se destaca que «dado que aumenta el porcentaje de niños internautas» (respecto a la misma edición del estudio de 2010), y que «lo son desde más aparatos y en contextos más variados, no resulta sorprendente que la exposición a riesgos online también aumente. Lo que cabe remarcar es que la proporción de aquellos que han sufrido daños como resultado de experiencias de riesgo no haya aumentado en la misma proporción». Es curioso que datos de acoso online sean similares en otros países. En Estados Unidos, un estudio apuntó que un 72% de los norteamericanos afirmaban haber visto casos de ciberacoso, un 47% haberlos experimentado ellos mismos, y un 30 por ciento, haber sufrido invasión de la privacidad y ver publicadas fotos suyas sin permiso.

Ojo con la demonización. El doctor en Psicología y catedrático de la Universitat Ramon Llull (URL) Xavier Carbonell Sánchez, especialista e investigador en adicciones tecnológicas, alerta, sin embargo, sobre el riesgo de demonizar «injustamente» a los jóvenes por su forma de consumir la tecnología: «En ocasiones, planteamos su forma de consumo de tecnología como si los adultos no lo hiciesen. Hay adultos que se piensan que hacen un uso más adecuado de ella simplemente por su edad y esto no es así».

Una crítica habitual, por ejemplo, es que los más jóvenes se pasan todo el día enganchados al móvil y que se aíslan en su uso, cuando en 2015 España ya era el cuarto país europeo con más uso de la mensajería instantánea Whatsapp, según información publicada por el diario El Mundo (http://bit.ly/1zGapAh). El impacto del uso de la mensajería instantánea es intergeneracional, como el de otras aplicaciones.

Aplicarse el mensaje primero. «No han creado las tecnologías, son invitados», puntualiza también Cánovas, que fue director durante doce años del Centro de Seguridad en Internet para los menores en España, Premio Unicef España en 2013, para quien es importante «que el mensaje y el comportamiento de los adultos sea el mismo que exigen a sus hijos. Es contraproducente que se les reclame en casa comunicación, cuando ellos mismos anteponen la respuesta a un Whatsapp ante cualquier otra cuestión».

Es una cuestión en la que todos deben aprender y reflexionar sobre «qué priorizar, para tener una relación sana con la tecnología», y ser considerados con los demás, tanto cara a cara como en el comportamiento en Internet. «Hay que formar, intervenir y prevenir», remacha.

Carbonell, investigador del grupo de Psicología, Persona y Contexto de la URL (Psicopersona), apunta que «el uso cada vez mayor del teléfono móvil también está ligado a una necesidad de las familias: los padres quieren saber dónde están sus hijos. Es una herramienta más de socialización y llena en los jóvenes el vacío de otros espacios, espacios que se han perdido porque las propias sociedades han cambiado. Al final, tenemos que llegar la pregunta de qué uso hacemos de la tecnología y en qué nivel de análisis nos quedamos de la información. El mundo cambia: podemos limitarnos a alertar sobre los peligros del cambio, o podemos formar y aprovechar en nuestro favor este proceso».

Emoción sobre sentimiento. «Vivimos en una sociedad donde prevale la expresión de la emoción por encima de la del sentimiento», interpreta Carbonell, que señala que «una emoción es una respuesta efímera», una reacción a un estímulo recibido, «mientras que para consolidar un sentimiento hace falta más tiempo, requiere más reflexión».

La facilidad y la abundancia de canales por los que comunicarse hace que la respuesta rápida, sin prácticamente reflexión, sea una tentación y una práctica repetida. A este respecto, el blog de información tecnológica Genbeta publicó Once cosas que no siempre es bueno compartir en redes sociales (aunque a veces lo hacemos), una guía consultable en http://bit.ly/2ngNv74.

Impulsividad. «Hay que trabajar la impulsividad, es básico frenarse y pensar un poco antes de publicar una foto o un comentario en una red social. Una decisión impulsiva puede tener un efecto brutal. Hay que aplicar filtros: ¿Qué pasaría si esta imagen la viese tu peor enemigo? ¿La podría utilizar en tu contra? ¿Podrías soportar las consecuencias? Tú eres tu mayor herramienta de seguridad y privacidad», sostiene Izaskun Sarabia, para quien es importante «tener claro el concepto de que un amigo en Facebook no es lo mismo que una amistad off line. Olvídate de precauciones y revisiones de políticas de privacidad en tus mensajes si tienes más de mil amigos en tu perfil de Facebook. Lo mismo tienes que plantearte al compartir cualquier tipo de imagen en sistemas de mensajería como Whatsapp en grupos en los que puede haber mucha gente. No tendrás ninguna capacidad de control de cómo se usará lo que has enviado».

Imagen: no ‘vende’ estar triste. Izaskun Sarabia destaca que al tiempo que hay que trabajar la impulsividad, no publicar en Internet lo primero que se te pase por la cabeza, hay que analizar qué quieres de tu presencia en redes y que acabas construyendo: «Puedes construir una imagen irreal o muy incompleta de ti. No hay imagen perfecta. Tendemos a publicar y a querer leer siempre lo bueno. Yo poso, yo hago viral esto…Todo el mundo me aprecia. Pero ver que estás triste en redes sociales no vende. Y el número de respuestas se reduce. Por eso es importante saber gestionar los conflictos». Destaca en su interpretación de los contenidos de perfiles en redes sociales, que publicó en su tesis doctoral, que cambian mucho con la edad. Cuando más jóvenes, «ellas son más proclives a publicar, compartir y comentar fotografías provocativas e insinuantes —la gran mayoría selfies— en la que se potencia la erotización de los cuerpos (…) Los chicos por su parte, se muestran con la intención de exhibir sus músculos y cuerpos atléticos (…) Es como si ellas buscasen agradar —obtener la aprobación social— mediante la seducción y ellos se presentaran como seductores de facto, o lo que es lo mismo, se reproduce la cultura machista dominante con sus normas y valores», interpretación que confirman datos de otros estudios recientes que cita en el texto.

Pero a medida que la persona «se acerca a los 21 años, las fotografías van perdiendo ese carácter sensual y sexual que ha gobernado en ellas, para dejar paso a selfies y otro estilo de imágenes, cuyo objetivo es inmortalizar un momento determinado». En cualquier caso, «las conductas sexistas son especialmente predominantes en los perfiles con conductas de riesgo». Por otro lado, un número grande de amistades en redes sociales, al contrario de lo que puede parecer, puede suponer un factor de riesgo: «los y las adolescentes y jóvenes con más publicaciones sobre alcohol y conductas sexualizadas tienen más amistades en su perfil que quienes no tienen».

El sentido de sus mensajes puede, en estos, llegar a modificar su percepción de qué es la red social en un sentido narcisista: se convierte en ‘MI red social’ en la que tengo seguidores con los que compartir lo que a MÍ me pasa, lo que YO pienso». Y el anzuelo más eficaz para captar la atención son las actitudes transgresoras y rebeldes, destaca ella misma.

Un espacio propio. «La juventud entiende las redes sociales como su espacio propio, al igual que los padres y madres no aparecen cuando sus hijos/as están reunidos con su grupo de amistades un sábado por la noche, la inmersión en las redes sociales (de sus padres) tampoco debe de suponer una intrusión. Hay modos de gestionar la información sin representar una amenaza para su intimidad y esta gestión no es más que educarles para que sean capaces de realizar una toma de decisiones que evite problemas» concluye Sarabia.

Diferencia entre uso y capacidad de análisis. Es importante destacar que aunque existe una percepción de que un joven, un ‘nativo digital’, sabe mucho más cómo utilizar un móvil o Internet que sus padres, también es cierto que este dominio presenta muchas diferencias según los ámbitos, lo que supone un indicio claro de la necesidad de asesoramiento y de formación. De este modo, mientras un 70% de los niños entre 9 y 16 años es capaz de marcar una página y añadirla a sus favoritos, sólo un 48% es capaz de comparar distintas webs para contrastar la información. Menos, un 23%, de tener autonomía para cambiar las preferencias de filtros (por ejemplo, de privacidad) según las conclusiones del informe Net Children go mobile.

Las ventajas en el acceso y uso de la tecnología, en todo caso, muy diferentes en función de la edad. Menores de tres años necesitan, en particular, un buen equilibrio de actividades: juegos reglados, exploración del entorno, manipulación de juguetes físicos y relacionarse tanto con adultos como con otros niños, de tal modo que incluso la Asociación Americana de Pediatría emitió una recomendación de evitar el uso de tabletas y smartphones a niños por debajo de los 18 meses, ni tampoco más de una hora de uso diario entre los 2 y 5 años, que provocó un vivo debate, recogido en la prensa española y en diversos blogs especializados (http://bit.ly/2nJ1rr4).

Formación y políticas de uso en colegios. Laura Davara, premio en 2017 de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) por su trabajo Menores en internet y redes sociales. Derecho aplicable y deberes de los padres y centros educativos – Breve referencia al fenómeno Pókemon Go, señala que es muy bueno en los colegios dar formación interna (a profesores y familias) y externa sobre temas de privacidad, seguridad y cómo gestionar su presencia en redes, «que sea muy práctica y basada en ejemplos, que se puedan compartir y debatir en grupo, porque a cualquiera de nosotros nos puede pasar».

Igualmente, estima «recomendable que los colegios definan cuáles serán sus plataformas oficiales de comunicación, como vía dar transparencia y seguridad a los padres sobre cuáles serán sus vías y canales de información.

También «es aconsejable que definan su postura ante los grupos de Whatsapp y de redes sociales», asunto el primero, con muchísimas aristas y aspectos a tener en cuenta, aún más «si hay profesores que a la vez son padres con hijos en el colegio». En este sentido, recomienda separar claramente estos dos roles, y que no convierta el grupo de mensajería de un aula en un canal de información privilegiada respecto a las comunicaciones oficiales del centro.

No son raros tampoco, también en los centros educativos de Pureza de María, los centros que establecen políticas de uso de teléfonos móviles. En Pureza Cid (Valencia), los alumnos pueden llevar móviles a clase, pero apagados. Sólo pueden encenderlos con la autorización del profesor, si se tienen que usar para alguna actividad escolar. En el caso de utilizarse en clase sin permiso, el profesor puede retirarle el móvil, dejándolo en Recepción, y los padres tienen que pasar a recogerlo al día siguiente.

La utilización de Whatsapp y de los grupos escolares ha motivado que incluso un sindicato de profesores, ANPE, reclamase una regulación del tema, al considerar que un mal uso acaba generando malentendidos y favorece la propagación de rumores que acaban provocando conflictos en la escuela (http://www.europapress.es/portaltic/socialmedia/noticia-llega-septiembre-abren-odiosos-grupos-escolares-whatsapp-20160906085931.html).

Fue notorio en Madrid un caso en un colegio de Casarrubuelos, el municipio más pequeño de la comunidad, donde se hicieron públicas las críticas en un grupo de Whatsapp de maestras a muchas madres y alumnos del centro, lo que acabó con la suspensión de su cargo de la directora de la escuela. Las situaciones de conflicto se producen y conviene saber cómo gestionarlas.

Una práctica que Davara recomienda a los centros es una prática regular del ego surfing, «ver qué se dice de la escuela en la web y en las principales redes sociales», al tiempo que recuerda que existe un reglamentación europea del tratamiento de datos muy reciente, de 2015, que debe ser adaptada a los planeamientos estatales en el plazo máximo de dos años y que consolida y otorga seguridad jurídica a cuestiones como el derecho al olvido, el tradicional derecho de cancelación de datos adaptado a los buscadores de internet.

Davara ha realizado diversas sesiones de formación a centros de Escuelas Católicas (también a profesores de Pureza de María).

Prevención. Beatriz París, miembro del servicio de Orientación de Pureza de María Cid, centro que ha iniciado un programa de prevención del acoso escolar durante este curso, y que ha puesto en marcha un espacio web de denuncia anónima, apostilla que «prevenir es hacer consciente al estudiante de sus conductas, tanto de las verbales como de las no verbales. Muchas veces no nos damos cuenta de que una sola mirada puede hacer mucho daño». París, psicóloga y profesora, analiza que «muchos niños que son espectadores de situaciones de desprecio y de rechazo a otros compañeros las banalizan, no les dan la importancia que sí merecen, porque el mismo rechazo o exclusión ya supone una forma de acoso. Hacerles conscientes de sus conductas y de cómo se comunican, también sirve para mejorar su capacidad de autocontrol, y su autoestima».

La prevención en la que están centrando su trabajo también implica trabajar en la mediación y en la formación de alumnos y profesores capaces de ayudar a los niños a resolver sus conflictos, formación que también debe llegar a las familias. De hecho, hace unas semanas se desarrolló una formación conjunta dirigida a padres y alumnos, desde 3º de ESO hasta 2º de Bachillerato, bajo el título Relaciones Padres-Hijos; ¿posibilidad para la Violencia o el Respeto? que impartió la fiscal Socorro Zaragoza. Uno de los objetivos del programa es crear un espacio de comunicación efectiva entre padres e hijos para lograr la prevención de situaciones de acoso escolar y facilitar un diálogo posterior en el seno de las familias.

Una vieja polémica renovada tras cada avance tecnológico

¿El teléfono? Acaba con la práctica de ir a visitar a amigos. ¿Usar el automóvil? Favorece el desentendimiento de tu familia ¿Argumentos del 2017? No, de 1928, recogidos por el sociólogo Ernest Watson Burgess en su obra The changing American family. El debate, muchas veces trufado de polémica, de la relación entre cambio tecnológico y familiar, lejos de ser algo novedoso, es tema antiguo, muy antiguo.

Así lo describe el sociólogo Luis Ayuso en su artículo de 2015 El impacto de las TIC en el cambio familiar en España (Revista Española de Sociología). ¿ El uso de móviles y de Internet es sinónimo de aislamiento? Ayuso señala que, actualmente, el «aumento de la autonomía en todos los roles familiares da mucha importancia a la comunicación entre sus miembros. No es solo que el desarrollo de la tecnología dé lugar a una invasión de la comunicación familiar, sino que es la propia familia la que demanda esta tecnología para mantenerse intercomunicada».

De hecho, agrega Ayuso en el estudio, «los análisis muestran que las personas que mantienen más relaciones cara a cara con familiares son también las que más utilizan las nuevas tecnologías para relacionarse (…) Se habla más a lo largo del día, incluso aunque estén trabajando, disminuyendo las distancias entre espacio público y privado». Eso no implica que no existan nuevos riesgos a abordar y a evitar.

Para el doctor en Psicología Xavier Sánchez Carbonell (URL), «todo cambio social y tecnológico también es o acaba siendo psicológico. Modifica nuestra forma de ver las cosas y de actuar».

Evitar los huérfanos digitales

Enrique Dans, profesor de Sistemas de Información en la IE Business School, apunta provocadoramente en el prólogo de Los nativos digitales no existen (obra colectiva editada recientemente por Deusto) que «sus hijos le podrán parecer los más guapos y los más listos del mundo, pero no son nativos digitales, se lo diga quien se lo diga. La tecnología no viene en los genes, y el sentido común para darle buen uso, tampoco».

La abogada especialista en derecho de las TIC Laura Davara asevera que «más importante que el concepto de nativo digital es el de huérfano digital: aquel niño que no cuenta con el apoyo ni de padres ni de profesores en el manejo y el acceso a las nuevas tecnologías. Este perfil es el que nos debería preocupar».

Para Davara, «el deber como padre y como profesor es el de estar ahí, acompañándole en el camino, porque les aportarás criterio, aunque puedan saber cómo configurar mucho mejor la privacidad de un móvil que tú». Agrega que «no soy amiga de la cultura del miedo, de lanzar el mensaje de no utilizar las redes sociales o el móvil. Eso no funciona, pierdes credibilidad. Hay que contarles las dos cosas: lo bueno y lo malo. Y cómo afrontarlo», sabiendo que las tecnologías de la información y de la comunicación tienen muchas ventajas, pero también riesgos, y que «sepan que una mala utilización puede conllevar problemas y que conviene establecer límites» y prevenciones, porque no hay que dar por supuesto que la información que se haga pública no será utilizada por otros con malas intenciones.

El poder tras los 'Me gusta' y los 'Favoritos'

Una característica común en las principales redes sociales (como Facebook, Twitter o Instagram) es la opción del ‘Me gusta’ y sus diferentes derivados, que aprovechan un potente mecanismo psicológico: el refuerzo positivo, muy mencionado tanto por psicólogos como por educadores. El sociólogo Javier de Rivera, en su entrada del blog ‘Sociología y Redes Sociales’ Un análisis sociológico del Me Gusta (http://bit.ly/1OFVsKJ) opina que «el refuerzo positivo es una motivación muy importante en el ser humano (..) Que nos digan que valemos, que merecemos la pena, sentir la aprobación y la aceptación de los demás es probablemente lo que más nos afecta y nos motiva en la vida».

Esta necesidad de aceptación por el grupo es general, aunque cobra aún más importancia durante la juventud. De hecho, cuando se recibe este ‘apoyo’ mecanizado y cuantificable: «sentimos un importante estímulo emocional» y ello explica el éxito de muchas aplicaciones y redes sociales. Cómo se configura nuestra sensibilidad «hacia las diferentes formas de gratificación es lo que nos define como personas. Puede que busquemos desesperadamente una figura paterna (…) o por el contrario recibir miradas de admiración. Si nos importa más el aumento de sueldo o la palmadita del jefe, probablemente no seremos tan buenos compañeros de trabajo como si lo que nos motiva es ser apreciado por nuestros iguales. Lo que nos atrae y nos excita es tanto nuestra debilidad como nuestra fuerza, y nuestra seña de identidad».

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