‘Burnout’: el incendio interior

Imagen del reportaje sobre burnout en los profesores

En 2013, un estudio realizado por el grupo de investigadores de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Murcia reveló que un 12% de los docentes encuestados sufría el síndrome del profesor quemado (burnout). Más importante (y preocupante) aún, otro 53% de los maestros de Primaria, Secundaria y Bachillerato asumía sufrir alguno de sus síntomas: agotamiento emocional, bajo sentimiento de realización personal o despersonalización (lo que implica el distanciamento emocional de estudiantes y/o compañeros, a los que se hace responsables del malestar con el que viven el trabajo).

¿Spain is different? Una encuesta similar realizada en la provincia china de Jilin en 2007 cifraba en un 40,4% el porcentaje de profesores dispuestos a abandonar su trabajo de tener oportunidad. En Estados Unidos, de cada 100 profesores que se incorporan al mundo educativo, 30 abandonan después de tres años (http://bit.ly/1Ep4dBP). Un 45%, en cinco.

Los motivos del estrés y malestar que acaba con el burnout son variados: sobrecarga de trabajo, sentimientos de estar mal pagados y poco valorados por la sociedad o por sus jefes y compañeros de trabajo…. También cuentan factores como los problemas de conducta en las aulas o con los padres, las carencias en habilidades personales del docente o en la formación recibida para manejar grupos y situaciones problemáticas, las alteraciones físicas o de comportamiento que generan el consumo de fármacos, alcohol, drogas y  los contextos sociales y económicos de las escuelas… Las causas pueden ser variadas: el final el mismo. El malestar puntual y la sobreimplicación en un problema (típicos del estrés) se convierte en quemazón, en burnout. Entonces, la motivación desaparece, las emociones se embotan y se gana distancia frente a todos y a todo. Desaparece la implicación, convertida en apatía. Adiós, ideales.

Y con profesores quemados en las aulas, ¿es posible una educación de calidad? Es obvio que no. Un estudio publicado en la revista Child Development sobre la relación entre depresión en los profesores y los resultados académicos, en base a un sondeo realizado a 27 profesores y 523 estudiantes de ocho escuelas del estado norteamericano de Florida (http://bit.ly/1BakrfL), establecía que los resultados académicos en Matemáticas en grupos con profesores deprimidos descendían. Un problema individual se expande al grupo. Y es que en el burnout influyen aspectos personales, grupales y de organización de centro.

Aun así, el estrés no sólo afecta a los profesores, también a los estudiantes. La mayor ansiedad con los que viven los exámenes algunos de ellos también mantiene relación directa con sus notas: el 20% que más lo sufre supone el 40% del fracaso escolar, según una investigación de los profesores Jaume Fernández y Jordi Rusiñol (http://www.uoc.edu/dt/20128/index.html). Tampoco es problemática específica del sector educativo. Se da en todos los ámbitos y profesiones donde el aspecto social es más importante (ver gráfico de la página 16).

Prevención
Sin embargo, «en el profesorado de Educación Secundaria se dan en la actualidad unos niveles de estrés más elevados de los que padecen quienes trabajan en cuerpos de riesgo y élite, como policías», describe a Mater Purissima Juan Antonio Moriana, doctor en Psicología y director de este departamento en la Universidad de Córdoba.  «Es una realidad que los niveles de estrés en la docencia son superiores a los de otros colectivos, de forma que las bajas laborales provocadas por estos motivos llegan a constituir un problema para la Administración, porque cubrir las bajas generadas por estrés genera un gran gasto».

En su opinión, «el burnout es como un iceberg. Se ve muy poco de lo que realmente hay» y aunque existan carencias, como la falta de reconocimiento de este síndrome aún existente en clasificaciones internacionales de enfermedades del trabajo, «no podemos esperar resolver un problema como éste acudiendo a un psiquiatra para que nos recete un fármaco. Paliará el síntoma, pero no resolverá el problema de estructura: qué es lo que genera esta situación».

Para Enrique Garcés, doctor en Psicología y profesor de la Universidad de Murcia, «no hay que olvidar que en educación se gestionan personas, y que el componente de realización personal es muy importante para el educador, porque la profesión cuenta con un componente vocacional muy destacado».

Existen factores de riesgo y otros que pueden ayudar a prevenirlo.  Un profesor joven y recién incorporado, al que además se suele endosar los grupos más problemáticos, que los veteranos rehuyen, o «mujer, que tiene más cargas laborales y familiares».

Los patrones de personalidad y las estrategias de afrontamiento de las situaciones también son vitales: «Si no controla bien sus emociones, si se rompe con facilidad, si padece niveles de ansiedad más elevados, esta persona tendrá más riesgos de quemarse». Pero esto es algo que «se puede trabajar e intentar cambiar para prevenir su aparición», recalca Garcés.

La doctora en Psicología por la Universidad Pontificia Comillas, Laura Bermejo Toro, en su tesis doctoral Demandas y recursos en el binestar docente. Estrategias de afrontamiento y su relación con el burnout y el engagement en profesores, destacó que «no puede pasarse por alto que entre un 20% y un 30% de profesores perciben estas demandas de su trabajo como amenaza o daño (en vez de como reto), y esto se ha relacionado con mayores niveles de tensión y menos percepción de eficacia para afrontar con éxito estas situaciones. Por tanto, parece importante detectar en los centros a aquellos profesores que tienden a valorar las demandas de su trabajo desde un primer momento como amenazantes o dañinas, ya que ese sería un grupo sobre el que sería importante implementar medidas de prevención, dotándoles de estrategias que contribuyan a reducir la tensión como a mejorar sus recursos de afrontamiento de las situaciones».

Multitarea
Fernando Tobías, profesor de Habilidades personales en la escuela de Ingenería de la Universidad Pontificia Comillas, resalta que  hoy día «existen nuevas circunstancias de trabajo en el aula. El profesor tiene que bajar del atril, trabajar en grupo y enseñar a trabajar en grupo, y eso implica mucho más desgaste emocional. Ahí tiene una parte individual a trabajar: sus herramientas de gestión del estrés». Técnicas de concentración y meditación como el mindfulness, la capacidad de enfocar la atención de la persona, «de estar atento a lo que ocurre aquí y ahora, «son un gran antídoto para el estrés. La atención es un músculo, se puede entrenar. En el origen de mucha ansiedad está nuestro esfuerzo por preveer un futuro inexistente, o en dar vueltas al pasado. Si enfocas tu atención, si aprendes a centrarte, a calmarte, a no dar rienda suelta a tus pensamientos, ganando silencio interior, puedes modificar tus percepciones de ansiedad, miedo y amenaza ante muchas situaciones».

Tobías es de los que alerta de que «no se deben  favorecer inercias y mitos. La multitarea, por ejemplo, no es eficiente. Es una sangría de productividad. A un 50% más de tareas a realizar, un 50% menos de capacidad de retención de información. Cuanto más multitarea eres, menos productivo serás».

Los perfiles de mayor acceso y consumo de información, más multimedia, irónicamente, cuentan con menor capacidad de gestionar adecuadamente un cambio su prioridad, manifiesta el estudio Cognitive control in media multitaskers de los profesores de Stanford Anthony Wagner, Clifford Nass y Eyal Ohpir (http://www.pnas.org/content/106/37/15583.full), al ser más susceptibles de dispersarse. Otros estudios, por contra, destacan las diferentes capacidades entre sexos para hacer varias cosas a la vez (una mujer cuenta con más capacidad para hacerlo que un hombre, según sugiere un estudio recogido en http://bit.ly/1eThFjK, y también por grupos de edad (con mayores posibilidades en adolescentes). También se registran diferencias por tipo de actividad (más información, por ejemplo en http://bit.ly/1CZUpiS).

«Mente y cuerpo son uno y bienestar físico y psíquico son temas relacionados. El organismo acabará pagando el precio de un estrés prolongado», agrega este especialista en inteligencia y educación emocional. «Es importante saber manejar las emociones y poner barreras entre las esferas públicas y privadas, entre trabajo y vida personal, porque las nuevas tecnologías pueden borrar toda diferencia» resalta Tobías.  En las investigaciones del doctor Moriana se revela que la falta de estabilidad en el empleo es otro factor de vulnerabilidad que se agrega al de la juventud,  al que se suman situaciones «como la carencia de formación de muchos titulados (en disciplinas diferentes a las de magisterio), que aún con los másteres de formación, pueden conocer mucho de su disciplina, pero no de cómo manejar una clase». Tema que se hace más visible cuanto más se avanza en el ciclo educativo.

El doctor en Psicología y profesor de la Universidad de Salamanca Vicente M. Ortiz Oria, autor del libro Los riesgos de enseñar: la ansiedad de los profesores, señala que «aún existe apuro a solicitar una baja por motivos psicológicos», y esto es un error, «cuando la pides ya estás reventado por dentro. Hay apuro, porque crees que esto va a afectar a tu credibilidad como docente». Pero en su opinión, está claro que «la personalidad es el instrumento con el que trabajan los docentes, y es con lo que hay que innovar».  Asimismo,  sugiere articular mejores estrategias de apoyo ante la aparición de conflictos en el aula, y auxiliar a los nuevos docentes, «para que el acomplamiento del profesor nuevo sea óptimo». Ortiz Oria también estima importante un «mayor reconocimiento social del papel del educador. Esto implica un aspecto económico, pero también social. El profesor debe ser sostenido socialmente». Sin esta complicidad, los resultados se resentirán. De hecho, en países punteros en resultados educativos como Finlandia o Corea del Sur, el reconocimiento social del profesor es inmenso.

«El problema está más en Secundaria»

El profesor del departamento de Psicología de la Universidad de Salamanca estima que hay una visión parcial, un «mito apolíneo de la educación», como «el no va más», que olvida «atender cuáles son los riesgos y problemas que se van a tener.  Donde está más focalizado el problema del burnout es en Secundaria, donde puede existir una gran divergencia de objetivos entre el profesor y sus alumnos». La alternativa, en su opinión, es encaminarse «hacia una cultura de la educación más lenta y personalizada». Para los docentes ya quemados, recomienda buscar ubicaciones especiales, que les permita salir del aula y mejorar su formación. La investigación Estudio epidemiológico de la salud mental del profesorado de Juan Antonio Moriana, realizado en el 2000 en base a una encuesta a 200 profesores de Secundaria, señalaba la elevada frecuencia de problemas psicológicos en docentes que no finalizaban en baja, y que un 50% de docentes no está satisfecho ni con el puesto que ocupa ni con el centro donde trabaja.

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