Isabel Padilla: No basta saber. Es preciso conocer y sentir con los demás

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Alumnas internas en el colegio Pureza de María de Palma hacia 1907, cuando Alberta Giménez aún era superiora general y rectora

“Para hacer el uso conveniente de estos medios (medios para conseguir mayores progresos en la enseñanza), no basta saber bien lo que se quiere enseñar, es preciso además conocer a las discípulas, ponerse en el lugar de ellas, leer en sus ojos y sentir con sus sensaciones”


Alberta Giménez. Manuscrito inédito sobre pedagogía

Impresionante reflexión propia de nuestro tiempo pues relaciona los saberes -sin reducirlos a los intelectuales como se deduce del contexto- con el conocimiento del otro, la empatía, el detenerte a profundizar en lo que la persona es y siente a través de sus ojos y, además, el sentir con sus propias sensaciones.

Me parece un párrafo sublime y sin desperdicio para los educadores de hoy en día. De hecho, ha sido fuente de inspiración para un módulo formativo con directivos nuevos de nuestros colegios Pureza de María. Y es que si Madre Alberta fue experta pedagoga con las alumnas, tuvo que serlo también con las maestras que lideraron con ella tan gran obra. Por eso, los directivos de nuestros colegios pueden inspirarse en ella para desempeñar su misión, pues su ejemplo sigue siendo actual.

Voy a destacar tres aspectos de Alberta:

  • Vislumbraba el futuro
  • Preparaba a las personas
  • Estructuraba equipos

¿Qué significa que vislumbraba el futuro? Sabemos bien que estaba abierta a las corrientes pedagógicas en boga en su época y de cada una sabía descubrir lo más apropiado según las circunstancias. Eso era fundamental para “saber bien lo que se quiere enseñar” y para poder escoger los medios apropiados.

Pero, ¿cómo llevaría eso al aula, cómo haría para que todas sus alumnas de los colegios, de la escuela Normal, se beneficiaran de eso? Ella sola no podía. Y comprendía a la perfección que las personas no somos todas iguales. Por eso, tenía muy claro que “es preciso, además, conocer a las discípulas”, en este caso a las maestras. A unas les propuso formarse en música, a otras en idiomas, en labores, en lengua y teatro… lo vemos en sus cartas. Las aficiones y capacidades son diferentes y cada persona brilla y disfruta en algunos ámbitos más que en otros. Y la Madre se los reconocía y potenciaba.

Y, una vez formadas, debían trabajar juntas. Y aquí viene el “ponerse en el lugar de ellas, leer en sus ojos y sentir con sus sensaciones”. Y es que trabajar juntos en educación, sobre todo para dirigir un colegio, implica cohesión entre el grupo que lidera. Sabemos que Madre Alberta formó equipos que funcionaban sin ella y que, si cambiaban a una de las hermanas, seguían adelante con éxito. No dependían de una persona. Tenemos un ejemplo en los Jardines de la Infancia fundados en Palma en 1916, todavía en vida de Madre Alberta. Estructuraron un “sistema nuevo con algo de Siurot, de Manjón y con muy poco de Montessori” (1). Comenzó un equipo de hermanas, formadas por la Madre, pero se sucedieron unas y otras y los métodos y el funcionamiento del colegio no sufrió los cambios. Había sabido ponerse en el lugar de cada una para transmitirle el valor de trabajar juntas prescindiendo de individualidades pero sin dejar de ser cada una lo que es, sin dejar de sentir lo que cada una siente. 

¿Cómo aplicar esto a nosotros? ¿Es posible hoy en día con la complejidad de las exigencias administrativas, con los continuos cambios en leyes y orientaciones educativas, con la diversidad cada vez mayor de nuestros estudiantes? Nos resulta muy complicado. Pero yo creo que Alberta Giménez haría frente a todo esto y saldría airosa. De hecho lo salió frente a todas las dificultades que tuvo, que no fueron pocas.

Y voy a argumentarlo partiendo de los pilares que la H. Begoña Pecina señala como fundantes en su pedagogía (2) y que pueden seguir siéndolo de la nuestra:


1. Prevención

Nos exige estar informados de lo que viene de fuera y tener un séptimo sentido para detectar lo que sucede en el centro y en las personas. ¡Eso es imposible! Madre Alberta tenía colegios pequeños, los nuestros son muy grandes, mucha gente, imposible llegar a todos. Pues precisamente por eso, no estamos solos. La directora no llega a todos, pero debe confiar en las personas que colaboran de manera más cercana con ella. Respetar espacios, tener la certeza de que va a actuar bien y de que lo que yo deba saber me lo comunicará. Y así en cascada hacia todos los miembros de la comunidad educativa.


2. Excelencia

El deseo de ser cada vez mejores personal y pedagógicamente, lo hemos recibido de la Madre. Es irrenunciable. Es una actitud de vida. Conocer bien las propuestas que hacemos, liderar su aprendizaje y puesta en marcha, saber lo que está por encima de leyes y cambios y fortalecerlo para evitar desgastes y desánimos. La educación está condicionada por la ley, pero no depende exclusivamente de ella. Y puedo afirmar que en la Pureza, en muchos aspectos sobrepasamos las propuestas legales. Para aspirar a la excelencia, debemos ser capaces de transmitir la continuidad y pertinencia de nuestras propuestas. No son eternas, pero tampoco constantemente cambiantes.


3. Presencia

:Esto en Alberta era parte de su esencia. Estaba en todo y con todos. Observaba, escuchaba, aconsejaba, advertía, corregía… Pero a la vez, se dejaba ayudar y dejaba hacer. Era Superiora general, directora de la Normal, directora del colegio… pero nos enseña el valor de saber escuchar y aceptar lo que las personas que trabajan contigo te aconsejan. Un ejemplo en una de sus cartas: “Fracasó la fundación de Mequinenza; no quisieron las consejeras que la aceptáramos por más que admitían nuestras condiciones. Con disgusto escribí al Sr. Obispo de Lérida negativamente.” (3). La presencia nos llama a estar en persona en las aulas, en los pasillos, en las salas de profesores… y a estar seguras que nuestra presencia se prolonga través de los demás.


4. Individualización

Conocer bien a todos es casi un imposible, pero sin eso, es complicado educar. Hablamos de educación personalizada. Eso exige que primero lo apliquemos a nuestros profesores: “ponerse en el lugar de ellas, leer en sus ojos y sentir con sus sensaciones”. Nuevamente, no estamos solos. Contar con los demás es la clave del éxito.

Pensar en madre Alberta, hablar de ella, escribir sobre ella es soñar muy alto. Es el camino que con su vida nos fue marcando desde su sencillez, humildad y compromiso profundo con la educación.


Notas a pie de página
(1) Correo de Mallorca, 25 enero 1916. Bruno Morey, p. 152..
(2) PECIÑA, B., La personalidad de Alberta Giménez Tomo I, Cap IV, 2010.
(3) Carta 381 a M. Janer, 4 Abril de 1916


Isabel Padilla, rp, es coordinadora pedagógica general de Pureza de María

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