Nuevos formatos, mismo mensaje

Mucha gente de Iglesia está preocupada por la evangelización, esa que san Juan Pablo II bautizó con el nombre de “nueva” y explicó que se trataba de una novedad en el formato pero no en el contenido. Nuevos tiempos, nueva evangelización, pero nueva por su lenguaje, pero no por su contenido. Con esto ya estaría dicho todo, sin embargo lo evidente no siempre lo es para todos.

Para empezar, no todos nos ponemos de acuerdo en el término evangelizar. La Iglesia lo distingue bien, pero no así nosotros. Evangelizar es la misión esencial de la Iglesia, Jesús lo dijo claro: «Id y anunciad a todos la buena noticia». Por tanto, en sentido amplio, evangelizar sería transmitir los valores del Evangelio. Pero esto puede hacerse a varios niveles: a los alejados, a los bautizados, a los que no conocen a Cristo…. Si la catequesis sería la profundización en el mensaje evangélico, en sentido estricto, la evangelización sería lo que hoy algunos llaman primera evangelización: presentar el mensaje de Jesús a los ajenos a él provocando conversión.

Es fácil de comprender que en la última década, la sociedad ha cambiado muchísimo y a pasos agigantados. Pero a veces no caemos en la cuenta de que ese cambio afecta también a los menores de 50 años que asisten a las iglesias. De ahí que, sin darnos cuenta, seguimos evangelizando y catequizando con los mismos formatos (o lenguajes) que funcionaban hace más de 10 años. Sin embargo, lo que resultaba precioso, atractivo, emotivo, hace más de 10 años, hoy no lo es. Como consecuencia, conectamos cada vez menos con las nuevas generaciones. No porque el mensaje de Jesús deje de ser atractivo, sino porque nosotros lo envolvemos en envoltorios que hoy no lo son. Es como si en el siglo XXI alguien nos hablara de algo (cualquier cosa) con el lenguaje barroco. Seguramente, nos perderíamos mucho y acabaríamos aburriéndonos. Esto sucede más aún cuando pretendemos hacer una primera evangelización con un lenguaje de iniciados, propio de personas ya catequizadas.

[pullquote]Pasar a formato digital lo que hacemos offline no es suficiente para evangelizar a alejados[/pullquote]

La clave está en lo que explicó san Juan Pablo II: el contenido del Evangelio no cambia, pero debe cambiar el lenguaje, el formato. En esta adaptación por llevar el Evangelio a las nuevas generaciones, hemos comenzado a presenciar nuevos esfuerzos de sacerdotes y religiosas youtubers que entre bromas y juegos introducen mensajes profundos que van calando en muchos alejados de la Iglesia; comunidades religiosas al completo que sorprenden mostrando su vida ordinaria en Instagram; relexiones profundas revestidas de música y gestos al estilo de TikTok; etc. Y es verdad que muchos aún no les valoran como misioneros que se esfuerzan por acercar a Cristo a los jóvenes, a veces incluso se les critica desde la ignorancia. Pero sin embargo, vemos con buenos ojos los videos de oración, de reflexión, rosarios, misas, etc. y hasta los consideramos innovadores… Pero nos nos damos cuenta de que el único esfuerzo que ahí se hace es tecnológico: pasar a formato digital lo que ya hacemos offline, y está bien para catequizar o rezar, pero esto no es evangelizar a los alejados, ni son nuevos lenguajes.

La nueva evangelización requiere mucha creatividad para crear nuevos formatos, no se trata solo de digitalizar lo de siempre. Supone un esfuerzo grande en el que no tengamos miedo a equivocarnos como anima el Papa Francisco en varias ocasiones: «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades». (EG 49)


Xiskya Valladares. Doctora en Comunicación. Licenciada en Filología Hispánica y Másteres en Periodismo y Dirección de Centros Educativos

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