Referentes solidarios

Trevor McKinney es un niño turbado por su madre alcohólica y un padre violento, pero ausente. Un día, el nuevo profesor de estudios sociales le asigna una peculiar tarea: pensar en algo que pueda cambiar el mundo y ponerlo en práctica. Trevor decide llevar a cabo buenas acciones repetidamente revolucionando su vida, la de su madre y la del profesor, así como la de todos los desconocidos que se ven involucrados en su proyecto. Es el argumento de la película Pay It Forward (2000) del director Mimi Leder.

«Pasea la vista por el mundo que te rodea y cambia lo que no te guste», una frase de Kevin Spacey puesta en boca de Eugene Simonet, el profesor de sociales de la película. Todo un reto para cualquiera que se quiera apuntar. Un personaje que consigue motivar a sus alumnos con la convicción de que «el reino de la posibilidad existe. ¿Dónde? Dentro de vosotros». Me imagino la respuesta de los jóvenes nicaragüenses, venezolanos, congoleños que en estos momentos están dando su vida por cambiar su país. Jóvenes vivos, inquietos y nada indiferentes, convencidos de que sí pueden cambiar el mundo, con un enorme sentido de responsabilidad y de solidaridad. Y me pregunto ¿por qué estos toman en serio el reto y otros no?

La comodidad tira fuerte hacia abajo como una piedra que inmoviliza. La solidaridad levanta hacia arriba y pone en acción hacia los demás. Pero un movimiento u otro depende de la observación o la atención. Ensimismados o solidarios. Autorreferenciales o prorreferenciales. Es cuestión de sensibilidad hacia uno mismo y hacia los demás. La solidaridad que nos abre a los demás solo se aprende cuando se ha tomado consciencia de nuestro propio ser. Cuando el ruido nos invade y distrae no tenemos conciencia ni de nosotros mismos, mucho menos de los demás. En este sentido, la meditación y el silencio son fundamentales.

[pullquote]No podemos abrir los ojos al mundo que nos rodea sin buenos niveles de endorfinas[/pullquote]

Padres, profesores, educadores, sermonear sirve de casi nada, las palabras hoy no tienen ningún poder. Ser testimonios vivos y ejemplo es lo importante. Los niños y jóvenes ya conocen nuestros argumentos, estos no les cambian nada. Se mueven solo cuando nos ven involucrados de verdad, cuando nos ven tristes y preocupados por el dolor de otros, cuando nos ven en profundo silencio, cuando nos captan dando algo de lo nuestro. El ejemplo es el principal maestro en esta asignatura.

Es cierto que el cerebro está hecho para sobrevivir, para defenderse, pero también para disfrutar, para el placer de darse y de servir a los demás. Por eso, el segundo maestro es la contemplación. El silencio contemplativo es al inicio un ejercicio que supone esfuerzo, pero después es un generador de placer. Un generador de endorfinas que son las sustancias que nos hacen sentir bien, con vitalidad y alegría. Actúan a nivel cerebral produciendo sensaciones intensas como la disminución de la ansiedad y la sensación de bienestar, teniendo, por lo tanto, un efecto analgésico y sedante que nos prepara abrir nuestros ojos fuera de nostros mismos. No podemos abrir los ojos al mundo que nos rodea sin buenos niveles de endorfinas, es decir, si no estamos bien con nosotros mismos.

Así  que nuestros niños y jóvenes no pueden ser solidarios sin ser contemplativos y sin tener ejemplos convincentes de otras personas solidarias. Si ponemos atención, es lo que Jesús hizo y nos enseñó con su vida.


Xiskya Valladares. Doctora en Comunicación. Licenciada en Filología Hispánica y Másteres en Periodismo y Dirección de Centros Educativos

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