Somos la iglesia que ven

Los jóvenes españoles se sienten indiferentes al tema religioso y opinan que ninguna institución ‘se parte la cara’ por ellos. Los datos que ofrecemos en el reportaje de este número de nuestra revista son muy desalentadores. La cuestión es que muchos adultos, religiosos y profesores, seguramente no estarán de acuerdo con esta opinión. Nosotros nos damos cada día, empeñamos nuestra vida, sufrimos y gozamos con ellos, pero lo cierto es que ellos no lo notan así.

González-Onleo piensa que la raíz del problema es más honda de lo que puede parecer. Y estamos de acuerdo con él. Las familias tienen poco tiempo para educar en la fe a sus hijos, la conciliación familiar prácticamente no existe. Y el crecimiento demográfico es negativo. A esto se suman otros factores, tal como comenta Javier Elzo, como es el hecho de que los estados están dejando de ser cristianos. Muy probablemente, estamos entrando en otro modelo de sociedad que requiere otro modelo de Iglesia. Y, sin embargo, el ser humano sigue siendo un ser espiritual. Y los jóvenes de hoy, con sus características propias, buscan grupos, movimientos, donde puedan sentirse -no solo racional y moralmente- emocionalmente acompañados.

Los adultos tenemos una oportunidad para cambiar los datos reflejados en los informes acerca de la religiosidad de los jóvenes. Pienso en mis alumnos o en mis sobrinos, por mucho que ellos lo crean así, no son realmente indiferentes a lo más profundo del ser religioso. Son indiferentes a lo que no les llena, a lo que no les aporta, a lo que no satisface sus necesidades existenciales. ¿Qué tipo de educación en la fe estamos dándoles? ¿Qué calidad de tiempo les dedicamos? ¿Qué ambientes encuentran en nuestras familias y en nuestras casas y colegios? Todos, padres, profesores y consagrados, somos responsables, cada uno desde su pequeña entrega y dedicación. Algo que tengo muy claro es que los jóvenes saben distinguir lo que es auténtico de lo que es artificial, lo que es profundo de lo que es superficial, y lo que es con cariño de lo que es mera norma vacía.

«Ustedes son los constructores de una Iglesia más hermosa y de un mundo mejor

Un día escuché que quien no se siente querido humanamente no es capaz de sentir el amor de Dios. Y si no puedes sentir el amor de Dios, jamás sentirás necesidad de conocerle y quererle. Por algo, Dios se hizo cien por ciento humano (sin dejar de ser cien por ciento divino). Querer al joven no es consentirle todo, no es super protegerle, tampoco es abocarlo al consumismo. Quererle es escucharle, enseñarle a discernir, ayudarle a buscar lo mejor para sí y para los demás, dedicarle muchas horas al día. Nosotros somos el único rostro de la Iglesia que muchos de ellos verán. Ese nuevo modelo de Iglesia pasa por personalizar las relaciones de la comunidad cristiana, pasa por la calidez y la escucha activa, por el acompañamiento libre y respetuoso de la conciencia y de los ritmos personales.

Pero también existe una minoría de jóvenes comprometidos y entusiasmados por Cristo. No podemos descuidarlos. Francisco les decía a estos en Río: «A ustedes les pido que también sean protagonistas de este cambio. Sigan superando la apatía […]. Les pido que sean constructores del futuro, que se metan en el trabajo por un mundo mejor. […] Métanse en (la vida) como hizo Jesús. […] Por dónde empezamos? ¿A quién le pedimos que empiece esto? ‘Por vos y por mí’. […] Ustedes son los constructores de una Iglesia más hermosa y de un mundo mejor». Estos jóvenes también necesitan nuestro apoyo y nuestra confianza.


Xiskya Valladares. Doctora en Comunicación. Licenciada en Filología Hispánica y Másteres en Periodismo y Dirección de Centros Educativos

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