Un verdadero amigo

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Fotografía: Joshua Clay. Unsplash.com

Corren tiempos en los que resulta difícil saber qué es un verdadero amigo. Parece que las redes sociales nos han obligado a utilizar ¿sinónimos? u otros términos que dejen claro que no es tan sencillo esto de la auténtica amistad. Hablamos de «seguidores» porque tenemos claro que amigos, lo que se dice amigos, son pocos. Alberta Giménez nos dejó un bonito testimonio de amistad. Precisamente, los golpes duros de la vida fueron las ocasiones que más la acercaron a sus verdaderos amigos.

En sus cartas nos ha mostrado el rostro de algunos de ellos. Pepita, por ejemplo, su querida amiga, con quien se escribe durante la trágica epidemia del cólera, que afectó a las familias de ambas. O María Aloy, una de las primeras hermanas, en quien Alberta encuentra la ilusión y el entusiasmo necesarios para seguir adelante. También encontramos entre sus cartas algunas llenas de afecto dirigidas hacia exalumnas, a las que tenía un especial cariño.

DECÁLOGO DE LO QUE ALBERTA EXPERIMENTÓ COMO UN BUEN AMIGO

1. Te anima ante los retos y está contigo en los momentos duros.

2. Te ayuda a hacerte preguntas y a encontrar tus propias respuestas.

3. Comparte tus ideales y proyectos, pero sin opacarte.

4. Apoya y acompaña, aun cuando ello le complique la vida.

5. Respeta tus confidencias, se muestra fiable.

6. Aligera tus cargas con su conversación y produce consuelo.

7. Confía en lo que eres y en lo que puedes llegar a ser.

8. Escucha con gratuidad.

9. Se mantiene fiel a lo largo de los años.

10. Crece contigo; se adapta a las nuevas circunstancias contigo.

Pero, sin duda, una de las personas más importantes para Alberta, y a quien no dudaría de calificar como un auténtico amigo, fue D. Tomás Rullán, uno de los sacerdotes más importantes en Mallorca por aquel entonces. De hecho, D. Tomás  jugó un papel esencial en el inicio de la Congregación de Hermanas, pues, como ya sabemos, las mujeres que trabajaban en el Colegio cuando Alberta llegó a él, aún no eran religiosas.

Juntos, empezaron a pensar  en la aventura de formar una comunidad religiosa, donde cada una de aquellas mujeres se dedicara generosa y gratuitamente al servicio de Dios, por medio de la enseñanza. En las cartas a D. Tomás, Alberta se refiere a este proyecto como «nuestro importante negocio». Juntos elaboraron también el primer reglamento para regular la vida de la comunidad de Hermanas.

Lo más novedoso de este reglamento, en relación a otros de la época, era la descripción que hacía del tipo de relación que debía tener la Rectora con el resto de Maestras o Hermanas: «Procurará ganar el corazón, y por esto, será amiga y compañera». Tanto Alberta como Tomás coincidían en el estilo de comunidad que soñaban.

Tomás Rullán falleció en 1889 dejando un gran vacío en la vida de Alberta. Ella misma lo relata en un poema dedicado a su buen amigo tras su muerte. En este poema, Alberta expresa abiertamente el dolor producido por la pérdida de una persona tan querida y, al mismo tiempo, revela el agradecimiento que sentía por él. Sus palabras son las de alguien que siente profundamente la pérdida de un auténtico amigo: «un mundo de ternura y de dulce gratitud guarda el pecho generoso, en medio de la aflicción».

POEMA DEDICADO A TOMÁS RULLÁN

Cuando pérdida reciente
de persona a quien se amara,
¡recuerdo triste!, acibara
del corazón el pesar.
Cuando este fatal recuerdo
a otros y otros se encadena,
el alma en llanto se enajena

sin poderla consolar.
No cabe en el corazón
ni aun la sombra de ventura…
pero un mundo de ternura
y de dulce gratitud
guarda el pecho generoso
en medio de la aflicción

y late con viva emoción
inspirada en la virtud.
Y da tregua a su quebranto,
y se aminora su duelo
y halla a su dolor consuelo
y libre se cree de mal.

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