Elegir con la lógica de Jesús

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Fotografía: Cam Adams. Unsplash.com

Cuando te decides por el Crossover original, todas las dudas desaparecen. 

Hace unos días escuché este slogan publicitario y pensé: «¡es bueno!», y es que creo que todos coincidimos en lo difícil que es tomar una decisión importante. Después de valorar todas las opciones y decantarnos finalmente por una, todavía podemos sentir inquietud por si era la mejor. En el fondo, muchas veces tememos que nos engañen, que no nos hayan proporcionado toda la información, que se nos haya escapado algo, en definitiva, que nos den «gato por liebre». No basta con que seamos listos y pasemos mucho tiempo considerando las posibilidades. Así como la publicidad tiene sus estrategias, cualquier decisión que tomemos se las tiene que ver con las estrategias del mundo, que siempre intentan tirar de nosotros en una determinada dirección.

En el plano religioso nos sucede lo mismo. Si somos personas creyentes, convencidas de que no estamos en este mundo por casualidad, también nos encontramos con la dificultad de clarificar en nuestro interior lo que nos acerca más a Dios y lo que nos aleja de él. No es una tarea sencilla. Cuanto más una persona busca hacer el bien, ser coherente con su fe y convertirse en un colaborador de Dios, más tiene que estar atenta a no caer en engaños y no permitir que estos le desvíen de su camino. Aquí también hay estrategia, la del mal espíritu, que además es más listo que nosotros y conoce bien nuestro «talón de Aquiles».

Alberta Giménez se preguntaba constantemente si sus acciones estaban realmente en consonancia con lo que Dios quería de ella

Otras veces, somos nosotros mismos los que nos engañamos y justificamos nuestras decisiones con los argumentos más «espirituales» de los que podamos echar mano, autoconvenciéndonos de que actuamos únicamente movidos por amor a Dios.

¿Qué hacer, entonces?, ¿no es posible elegir algo con la seguridad de que ni nos engañan ni nos engañamos? ¿Hasta qué punto somos entonces verdaderamente libres?

Probablemente esta fue la pregunta que más preocupó a Alberta Giménez a lo largo de su vida. Constantemente se preguntaba si sus decisiones, sus acciones, estaban realmente en consonancia con lo que Dios quería de ella, con la lógica de Jesús, o si más bien respondían a sus propios intereses personales, o a su poca capacidad para descubrir los engaños del mal espíritu, que intenta conducirnos a la mediocridad y a la tibieza.

1.  «Propongo estar más alerta, darme cuenta del por qué hago las cosas»

A la hora de comprar un coche, puede que, como en el spot antes citado, podamos vanagloriarnos de haber sido los más listos y estar seguros de que hemos escogido lo mejor. En la vida espiritual, no es una cuestión de inteligencia, sino de humildad y confianza. No acierta el más listo, sino el que pide con humildad al Espíritu de Dios que le guíe y le conduzca en sus decisiones. Acierta aquel que, como Alberta, reconoce que somos demasiado pequeños para acoger tantos dones como el Señor nos hace y, por tanto, necesitamos que Él nos ayude y nos sugiera la mejor manera de utilizarlos.

2.  «Resuelvo con toda el alma desechar lejos de mí aquellas cosas que me separan de Vos o estorban el que yo os sirva y ame, por agradables que me sean, y abrazar todas aquéllas que a Vos y a conseguir mi salvación me conducen, aunque sean amargas y contrarias a mis inclinaciones»

En la medida en que la relación con Jesús se vuelve más intensa y profunda, nos resulta más fácil identificar cuál sería su forma de actuar ante las situaciones que se nos presentan. Conocerle a Él, nos ayuda a intuir qué acoger y qué desechar, qué vale la pena y qué conviene olvidar, qué nos impulsa a dar lo mejor de nosotros y qué nos conforma con una versión mediocre de nuestra capacidad de amor y entrega.

2.  Ser libres implica descartar, así como también implica elegir. Y sí, la amistad con Jesús nos ayuda a elegir bien y, en ocasiones, nos infunde ese sentimiento de paz y nos hace experimentar con alegría que «todas las dudas desaparecen»

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