¿Te gusta la vida que estás viviendo hoy?

Hay preguntas y preguntas. Unas son simples curiosidades, otras necesarias para sobrevivir, y solo unas pocas fundamentales para llenar de sentido nuestra existencia. Estas últimas son las que yo llamo preguntas poderosas.    

Hace poco terminé de leer el libro Si esto es un hombre de Primo Levi. Trata de su experiencia en el campo de concentración nazi de Auschwitz del que logró salir con vida. Me di cuenta del enorme potencial que tienen nuestras creencias y emociones en el modo de afrontar la vida. Esto mismo se ve en otros libros similares como el de Víctor Frankl, El hombre en busca de sentido, o el del Diario de Ana Frank. Siempre que el ser humano se ha encontrado en las situaciones más difíciles, ha habido un grupo que ha sabido sobrevivir, no debido a su suerte, sino a sus creencias y a su forma de gestionar sus emociones. Lo vi también entre los cristianos refugiados en Iraq: Lo habían perdido todo, su casa, sus seres más queridos, e incluso su futuro, pero una paz y una seguridad enormes les hacía afrontar la nueva vida infrahumana desde el perdón y la ayuda mutua.

Acertar en lengua es importante, pero de acertar en la vida depende la felicidad

Esto me hace pensar que lo determinante para nuestra felicidad, no son las cosas que vivimos sino el cómo las asumimos. ¿Cuántas veces culpamos a nuestras circunstancias y nos cegamos en nuestras vivencias? Refugiarnos en el papel de víctimas es lo más cómodo. Sin embargo, una misma persona ante un mismo hecho, reaccionará con agradecimiento y verá como oportunidad lo que otra, en sus mismas circunstancias, sentirá como ofensa y tomará como causa de rebelión. Todo depende de nuestra madurez emocional, no de las experiencias que hemos vivido o de los hechos que nos han sucedido. Ni siquiera de nuestra oración o santidad. La santidad no siempre tiene mucho que ver con la salud emocional.

A más libertad interior, tenemos más capacidad de decidir sobre lo que vivimos. El problema es que esta es una asignatura pendiente que no se suele enseñar. Si además, partimos del hecho de que no todos aprendemos por igual, la complejidad es mayor. Los colegios donde este tema ya es una asignatura transversal, empiezan a ver resultados al cabo de tres años. Un simple ejemplo es la forma de gestionar los conflictos, el modo de vivir la disciplina y el ambiente de calidez que se genera. En mi opinión, esto es educación verdaderamente integral.

A fin de cuentas, lo único que necesitamos es saber qué preguntas son las que tienen poder para cambiar nuestra vida. No existen malas respuestas, existen malas preguntas. Acertar en matemáticas o lengua es importante, pero de acertar con nuestra vida depende nuestra felicidad. ¡Cuántos sufrimientos inútiles cargamos durante mucho tiempo perdido! Lo decía monseñor Amel Nona (ex-arzobispo de Mosul, Iraq): «Porque todos nosotros debemos morir, si no es hoy, es pasado mañana.  El problema no es morir, el problema es cómo vivir el hoy».

A todo esto, un trabajo urgente es vencer el miedo que nos paraliza, que nos impide afrontar las experiencias más desagradables, que nos ciega ante nuestros propios errores, y que nos dificulta vivir en paz, desde el amor que nos libera. En definitiva, esta es la propuesta del Evangelio, un camino liberador que necesitamos aprender e interiorizar. ¿Te gusta la vida que estás viviendo? Puedes cambiarla.


Xiskya Valladares. Doctora en Comunicación. Licenciada en Filología Hispánica y Másteres en Periodismo y Dirección de Centros Educativos

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