Hay más que mirar donde otros sólo ven

Cuenta Diógenes que «Sócrates, al mirar las mercancías en el mercado, exclamaba: ‘¡Cuántas cosas hay que no necesito!». Imagínate que miras a un lado y encuentras ropa de grandes diseñadores, aparatos de última tecnología, joyas preciosas, viajes, confort a tutiplén, etc. Las tienes todas delante y les dices: «No te necesito». Miras hacia el otro y encuentras a uno de cada 8 personas en el mundo padeciendo hambre crónica, más del 60% de la población viviendo con menos de 4 dólares al día, uno de cada cuatro niños abandonando la escuela antes de terminar la primaria, más de 100 millones menores de 5 años con nutrición insuficiente, desigualdad de oportunidades para la mujer, etc. ¿Y qué dices a todo esto?

En este mundo de la aldea global, de la era de las telecomunicaciones y de las reivindicaciones sociales, continuamos sin mirar más allá de nuestra rutina y comodidad. «Con que yo esté bien, el mundo está bien». Pero lo voy a decir claro: nuestros problemas son reales y tenemos que resolverlos, pero no somos el centro del mundo. Mi mundo no puede ser el centro del mundo. Y quizás este tiempo de crisis nos ha podido enseñar algo importante: abrir bien los ojos y mirar al otro. No podemos mirar y quedar indiferente. El contacto visual nos pone necesariamente en movimiento. Las hormonas espejo no me permiten ignorarlo, indolente.

Miremos al musulmán que tenemos en la misma aula. Seguro que descubriremos que no es una amenaza. Miremos al cristiano y potenciemos lo que nos une. El verdadero diálogo es sólo entre personas, sus credos aparecen después. Miremos al desempleado y es probable que no juzguemos tan rápido. Miremos nuestra abundancia, quizás algo nos mueva a compartir más. La austeridad no es carecer de lo necesario, ¿para qué ambicionar lo que no necesitamos? Miremos nuestra infelicidad, ¿no será que ponemos la felicidad ahí donde nunca estará? Austeridad no es pobreza, al contrario es liberación. Vivir con lo necesario y entender que lo superfluo ya no nos pertenece es el reto para la fraternidad.[pullquote]Las hormonas espejo no me permiten ignorar al otro, indolente[/pullquote]

El mundo es mucho más que nuestro mundo. Y ninguno somos el centro de la tierra. Ésta, gracias a Dios, es redonda. Lo incomprensible es que en una aldea global, sigamos sin mirar más allá de nuestras propias coordenadas. Que en la era de las telecomunicaciones, nuestros hijos continúen aislados horas y horas frente a un televisor o cualquier pantalla. Y que en nuestras clases se sigan aburriendo. Algo está fallando. ¿No será que realmente no sabemos comunicar bien? No se trata de ser un circo para entretenerles, se trata de conseguir que nuestro mensaje sea interesante para ellos. Necesitamos aprender a transmitir con lenguajes de hoy.

Solos somos muy pequeños. Unidos somos muy grandes. Lo sabemos y seguimos sumidos en nuestras egoístas rutinas, en nuestros retrógrados prejuicios. Porque, de verdad, todo prejuicio es una inútil suspicacia. «Hay más que mirar donde otros sólo ven, más que alcanzar en lugar de soñar» (El Rey León: El ciclo de la vida).

Alberta Giménez decía: «No mirar nada con indiferencia por insignificante que parezca, quien no hace caso de las cosas pequeñas pronto cae en la insensibilidad» (EE, 1884, Advertencia 2). ¿Cómo mirar a Cristo sin mirar a los hermanos?

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