¿Un proyecto o una excusa?

¿Ve la botella medio llena o medio vacía? En los tiempos que nos ha tocado vivir muchos consideran que ser optimista es ser iluso, otros prefieren usar el término ‘esperanzado’, pero en realidad lo que noto en la mayoría es un desconocimiento grande acerca del cómo fomentar la actitud optimista y cuáles son sus beneficios reales.

¿Sabía que el optimismo alarga la vida? ¿Y que los primeros en superar cualquier crisis son este tipo de personas? No se trata de creencias o de intuiciones, sino de estudios científicos que lo demuestran. En este número hemos entrevistado a famosos expertos en el tema y nos lo han dejado claro. El problema no es saberlo, sino ¿cómo educamos a nuestros hijos y alumnos para que sean personas optimistas, esperanzadas? ¿Podemos nosotros mismos, adultos, desaprender el pesimismo y la desesperanza? Tiene mucho que ver el ambiente, la educación, algo también los genes, pero también la vivencia de la fe. El “estudio de las monjas” realizado en Estados Unidos no deja lugar a dudas; quienes viven con gozo y libertad su consagración, viven más años; las que lo viven como una cruz, tienen menos vida y más problemas.

Una persona enferma terminal afrontará mucho mejor su enfermedad con una actitud positiva; todo lo contrario de la que se hunde y no lucha con optimismo. Puedo asegurarle que no se trata sólo de soñar sino de conseguir los sueños. Esa energía que nos hace capaces de lo inesperado y que realmente nos impulsa a vivirlo, muchas veces incluso sin ser conscientes de ello, se llama optimismo. Que siempre va unido al esfuerzo, a la constancia, a la alegría, a la ilusión, al creer que es posible lo que la mayoría considera imposible. No tiene nada que ver con ser ilusos, sino con ser capaces de crear realidades nuevas, a veces imposibles.

Sin embargo, en la realidad encontramos muchos aspectos a mejorar. Uno de ellos es el fracaso escolar en España. El otro gran tema que tratamos en este número. Los datos son abrumadores. Pero existen reflexiones serias que proponen salidas posibles. La buena noticia es que no se trata de invertir más en educación, los presupuestos del Estado español  en materia educativa están cerca de la media europea, aunque en los resultados  España está en la cola de la Unión. El tema es complejo y los factores que influyen en estos resultados son muy variados. Pero todos coinciden en que la clave está en una mejora urgente de la formación del profesorado.

Seguimos enseñando con planes curriculares viejos aunque la ley hable de competencias. Seguimos evaluando como siempre. Aunque teniendo más horas lectivas que otros países europeos. Y seguimos creando profesores insatisfechos y desmotivados con cargas burocráticas inútiles en las que se invierte tiempo que debería destinarse a formación, a coordinación, a preparación de clases, etc. Pero mientras esto en otros países se hace dentro del horario laboral pagado, aquí en España se tiene que hacer fuera de ese horario, sobrecargando al personal docente y  aumentando el síndrome del ‘profesor quemado’. El problema es una pescadilla que se muerde la cola y mientras existan las leyes actuales, tiene difícil solución. Pero no olvidemos «el optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa.»

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