Congo: acaparando tierra

Congo: acaparando tierra

Se trata de una realidad social sobre la que se investiga y se habla  mucho, y que, en los últimos diez o quince años ha adquirido un crecimiento insólito y alarmante. El tema hace correr tinta y sangre en abundancia. Aunque recojo datos objetivos de diferentes  investigaciones, no puedo dejar de referirme a la experiencia personal de quien reside desde hace años en RDC y, concretamente en la provincia del Katanga, una de las más expoliadas del país.

Mi fuente de datos es ordinariamente el Fórum de los Amigos de la Tierra cuya base se encuentra en Kivu Norte. En sus últimas sesiones realizadas en Kinshasa no han dejado de denunciar el hecho: los campesinos congoleños se encuentran sin tierra en su propia tierra. El congoleño no es dueño de la tierra que pisa y, por supuesto, no goza, ni en un porcentaje mínimo, de la riqueza millonaria de un subsuelo que debería pertenecerle.

En provincias como Bandundu, Equateur, Maniema y otras, las tierras son tomadas con vistas a la explotación forestal u objetivos agroindustriales. El problema en el Katanga y los dos Kasaï es especialmente la expoliación de los recursos mineros. En Kivu Norte “el coltan” se ha hecho el protagonista de acaparamiento de la tierra, abuso de menores, años de guerra, violaciones, genocidio… silencio.

Las causas a las que se atribuye este fenómeno de las tierras “acaparadas” son especialmente la mala adaptación de las leyes territoriales a la realidad social según las costumbres y tradiciones. Es algo que, en realidad, viene de lejos, podríamos decir desde la bochornosa Conferencia de Berlín (1885) en la que las grandes “multinacionales” de entonces se repartieron todo un continente trazando sobre el mapa las hectáreas, el “trozo” de tierra que a cada uno le atraía más para sus fines colonizadores, expansivos, comerciales, digamos también, evangelizadores. La ley se hizo rompiendo la naturaleza, dividiendo etnias, tribus, clanes… Así acaparó Leopoldo II su Congo, y Hevea, el coloso africano de 30 m. de altura, comenzó a sangrar el codiciado látex y los hombres también sangraban. Cientos, miles…, esa es la historia.

Seguimos haciendo lo mismo, “democráticamente”. La RDC está prácticamente vendida, “acaparada”. Los esclavos no han desaparecido, aunque ya no se les llama así y, entre ellos, hay  diversos niveles. Todos, sin embargo, siguen trabajando para sus “amos”, que, al fin de cuentas, con cédula de identidad, son esclavos también. Gobiernos corruptos, vendidos a los numerosos “Leopoldos” de nuestro siglo XXI. Los más pobres son los niños y los jóvenes, que pierden los pulmones en el interior de una tierra que ya no es suya.

Además de este “pésimo reparto” con leyes territoriales no adaptadas e incluso sin ninguna ley territorial excepto el egoísmo y la manipulación del poder que se hace “ley”, contribuye a la situación actual la falta de armonización entre otras leyes, como mineras y forestales, ley de hidrocarburos, de aguas… todos los Ministros desean organizar y decir algo, y así, autorizan indiscriminadamente y el resultado es el caos. En RDC no podemos olvidar, además, que la justicia congoleña no tiene nada que ver con el derecho, (“No siempre gana el que tiene razón”) y que, para terminar de complicarlo todo, la gestión está demasiado centralizada en Kinshasa. Una posible descentralización sería, según la opinión de los expertos, una pista de solución. Por el momento, esa pista se encuentra perdida entre la confusión generalizada que existe en el país. Conclusión: algunas empresas fraudulentas disponen hoy, en diferentes provincias, de espacios que, entre todos, pueden suponer el equivalente a los 2/3 del Katanga, es decir unos 331.000 Km2.  La historia sigue y se repite con apariencias diversas, la solución de nuestro mundo no está en las leyes, a no ser que éstas sean redactadas y asumidas por un corazón humano recto, verdaderamente humano.

 Concretemos algo más sobre la situación en nuestra provincia de Katanga, con recursos mineros extraordinarios especialmente en cobre, explotados totalmente por las grandes multinacionales exteriores. Podemos hablar de dos “patrones” que gestionan actualmente esos recursos: uno de carácter neoliberal, es decir, empresas occidentales con una fuerte presencia histórica que proviene de la colonización y otro que corresponde a las empresas chinas, relaciones bastante novedosas “de Estado a Estado” que se pueden considerar como un intercambio de desarrollo de grandes infraestructuras a cambio de la explotación de los recursos congoleños. Evidentemente, con diferentes estrategias, todos se aprovechan de los recursos de la RDC.

El Código Minero aprobado en 2002 e impuesto por el Banco Mundial, permite la entrada libre de empresas trasnacionales a la explotación de minas, lo que agrava el riesgo en las regiones fuertemente mineras;  la lucha de intereses crece, especialmente al aumentar la llamada minería artesanal donde la mayoría son jóvenes y niños que abandonan la escuela con el ánimo de ganarse unos dólares mensuales a cambio de la educación y… en ocasiones de la vida. Es cierto que las ONG vienen denunciando el trabajo infantil, las condiciones infrahumanas de trabajo, la inconsistencia de los contratos, etc. Sin embargo, frecuentemente, su presencia no llega a estabilizarse suficientemente en las zonas más críticas y su abandono, en ocasiones, deja a las comunidades en auténtico desamparo. Los Sindicatos tampoco llegan a organizarse y sobre todo la gente no cree demasiado en ellos por sus relaciones con el Estado. Evidentemente, es éste, en último término, el responsable de la entrada de multinacionales “acaparadoras” y de la vulneración de los derechos que sufre la población.

Es difícil responder a la pregunta obvia ¿hasta cuándo? El túnel es oscuro y la salida no se ve todavía. Habrá que seguir caminando a oscuras y creyendo que la salida existe.

Desde nuestra residencia de Lubumbashi en la Av. Kilela Balanda,  podemos ver cada día los camiones largos, largos… (¿Cuántas ruedas?) que  avanzan a buena velocidad sobre un asfalto bastante decente, mantenido ¿por quién? Es un asfalto en vistas precisamente al paso de esos camiones que vienen de las minas de Fungurume, Kolwezi… y pasan sin detenerse, atravesarán la frontera sin problemas, entrarán en Zambia y seguirán también sin detenerse hasta África del Sur y… ¿a dónde más? Todos van bien cubiertos, con toneladas y millones de divisas que han extraído de nuestra tierra. Alguna vez nos preguntamos: ¿Es nuestra? Y siempre hay alguien que dice: No, el gobierno ha vendido el país…Todos los vemos pasar, cada día, son muchos, y  todos, los congoleños y los que nos hemos hecho congoleños, sentimos al verlos una mezcla de dolor, vergüenza, rabia, impotencia… ¿esperanza? Ojalá esperanza también.

En nuestros viajes al interior, atravesamos kilómetros de tierra, de tierra “vendida”; bajo nuestros pies se encuentra la riqueza y la desgracia del Congo. El grito de este pueblo es, aún, demasiado pasivo, ahogado. Les han acaparado la tierra, ¿les habrán acaparado también el alma, el espíritu? Y la pregunta permanece: ¿Hasta cuándo?

Quiero pensar que ya ha nacido el niño que regirá un día los destinos de la RDC, su hermoso país, y lo hará en libertad, y recuperará la tierra palmo a palmo. Tal vez se encuentre ya en uno de los bancos de mi escuela…

 

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