Debemos hacer más

Creo que no se entendería la misión de Cáritas, como expresión caritativa de la Iglesia, si no fuéramos capaces de situarnos en el lugar de las personas desfavorecidas y, especialmente, de las personas más excluidas que son el colectivo de atención de Cáritas. Sin sus vidas, sus sufrimientos, sus anhelos, sus esfuerzos… nada adquiere sentido.

Esta reflexión es especialmente importante en el contexto de profunda complejidad e incertidumbre en que vivimos y que, con respecto a las situaciones de pobreza y exclusión, es extremadamente grave. Hace pocas semanas, con ocasión de la presentación del Informe anual de la Fundación Foessa sobre “Exclusión y Desarrollo social”, afirmábamos que la pobreza entre nosotros es más “extensa, más intensa y más crónica”. Las previsiones a corto plazo no son especialmente positivas para la reducción de la pobreza. La economía está en contracción, el desempleo parece que va a seguir incrementándose y las políticas sociales están en claro retroceso.

En este entorno de especial severidad volvemos a afirmar con rotundidad lo que venimos proclamando con especial insistencia desde que empezó la crisis: que las personas más débiles deben estar en el centro de las preocupaciones éticas y políticas. No son un mero sumatorio de problemas, por severos que estos sean; son personas dotadas de dignidad inviolable, tengan o no tenga papeles, sean jóvenes o mayores, vivan en España o en el Sahel.

Como ha reiterado la Doctrina Social de la Iglesia, en contextos de crecimiento económico, en momentos de estancamiento y de profunda crisis, las personas no tienen precio, sino dignidad. Desde estos principios evangélicos, invitamos a un mayor compromiso con las personas y países empobrecidos en las políticas públicas, en el compromiso ciudadano, en la responsabilidad de las empresas y empresarios.

Estamos convencidos de que podemos y debemos hacer mucho más de lo que hacemos. Sabemos que vivimos tiempos en los que tenemos que hacer especiales esfuerzos y sacrificios, pero sin olvidar poner en el centro a las personas más frágiles. Una sociedad que no reconoce la dignidad y los derechos de las personas más vulnerables es una sociedad que acabará no reconociéndose a sí misma. Una sociedad que estará en continuo movimiento sin saber de dónde viene ni a donde va.

Y en Cáritas sabemos, con el compromiso gratuito y fraterno de 62.000 voluntarios y cientos de miles de socios y colaboradores, que en la lucha contra la pobreza, cuando se ponen medios y recursos, personas comprometidas, ideas buenas y generosas, se pueden crear oportunidades para la vida y la dignidad de los últimos y no atendidos.

(*) Sebastián Mora es secretario general de Cáritas España

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