Fotografía de Mooh, uno de los participantes en el programa de Pureza Intercultural Solidaria

Yo también soy ilegal

Ocurrió un sábado. Esa mañana echamos de menos a uno de los alumnos que acudía habitualmente a las clases de castellano que impartíamos desde un mes atrás. Después supimos que tardaríamos en volver a verlo. Un policía disfrazado de anónima nocturnidad se había infiltrado en su grupo de amigos y, tras solicitarle la documentación que distingue a los ciudadanos con filiación de personas respetables de aquellos que sólo son señuelo de pobreza e indignidad, le había detenido.

Dos voluntarias consiguieron visitarle tras una larga espera e ímprobos esfuerzos. Le vieron a través de un grueso cristal apuntalado con rejas que impedía cualquier contacto físico o verbal. Las dos personas que acudieron  a ese inhóspito lugar fueron Amparo, una experimentada abogada, y la hermana María Teresa, presidenta de nuestro grupo de voluntarios, quienes por medio de gestos y gritos le transmitieron que tendría defensa legal y nuestro incondicional abrazo desde la otra parte del muro.

He querido iniciar con este breve relato de hechos reales la presentación de nuestro recién nacido equipo, Pureza Intercultural Solidaria. Ha sido un bautismo un tanto peculiar, aunque, sin duda, un proceso de inmersión rápida y efectiva en la sangrante situación de “los ilegales”.

Cada vez somos más los que pensamos que hay que movilizarse organizadamente, que hay que combatir la inercia de mirar donde no duele para actuar donde más nos duele, que es la humanidad, en un sentido antropológico general y aludiendo a una emoción doméstica y cercana si nos referimos a los que escondemos por ilegales, por tener el estigma de haber nacido en un lugar donde no hay oportunidades para sobrevivir, ya no de vivir.

No me gustaría caer en el sentimentalismo ni en las frases hechas con sonidos pomposos pero huecos. Sí deseo transmitir las ganas, el esfuerzo, la energía que, en plural, hemos combinado un grupo de voluntarios que se inicia en este ilusionante proyecto que ya arroja resultados gratificantes, a la vista de la asiduidad y el compromiso que han adquirido los alumnos, puntuales a la cita de los sábados, en el colegio Pureza de María del Grao, en Valencia.  Un equipo heterogéneo en edades, profesiones, procedencias pero complementario y homogéneo para encarar dificultades y en el que cada una de las personas que lo formamos, alumnos y alumnas, madres, profesores, religiosas, somos piezas fundamentales, absolutamente imprescindibles para completar el puzle de diversidad.

Tenemos muchos planes y proyectos que estamos elaborando y que desarrollaremos a medio y largo plazo, la mayoría vinculados a la formación. Pero hay uno que engloba a todos y es el de contribuir a la integración de estas personas en una cultura que ahora se les niega y ayudar a formarles como ciudadanos con derechos y deberes. Pretendemos facilitar a los inmigrantes las herramientas formativas y educativas para que logren ser parte de la legalidad, de la normalidad.

Mientras esa situación llega, mi sentimiento es de ser uno más de ellos. Yo también soy ilegal.

 

Finalmente, a principios del pasado mes de diciembre, las alegaciones a favor del alumno preso fueron aceptadas y lo pusieron en libertad. Lo primero que hizo fue ir al colegio para dar las gracias a la recién creada organización Pureza Intercultural Solidaria. Sus palabras no dejan lugar a dudas de lo importante que para él ha sido encontrarse con ayuda y aliento.

«Me llamo Mooh y tengo 35 años. Como inmigrante que soy en España, he encontrado una familia en el colegio Pureza de María. Ahí nos ayudan con los problemas de nuestra vida actual. Tenemos  profesores que son como nuestros hermanos; jamás se cansan de asistirnos con paciencia. En mi emigración, he pasado por muchas dificultades, hasta el punto de llegar a preguntarme si la vida habría ya terminado para mí. He pasado muchas noches a la intemperie. He estado encerrado en prisiones por no tener papeles. Y en esos momentos, he sentido que mi familia de la Pureza estaba conmigo y no me dejaba solo. Recomendaría a todas las personas en mi misma situación que busquen familias así. Yo doy las gracias a mi familia española y os pido que no os canséis de ayudarnos. A nuestros profesores de castellano, quiero darles las gracias por todo lo que me están animando y apoyando en estos momentos tan difíciles de mi vida. Gracias a mi familia.»

Este artículo de María José Díaz, voluntaria de Pureza Intercultural Solidaria (Valencia) se publicó inicialmente en la edición nº129 de Mater Purissima (febrero 2008)

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