El perdón como educación

Son muchos los padres que se lamentan de la falta de comunicación que tienen con sus hijos. Gran parte de la responsabilidad de esta situación es de los padres, ya que son ellos quienes tienen que ocuparse de conocer la manera de comunicarse con ellos. El perdón y el pedir perdón rompen las barreras de la incomunicación y del desamor. Hagamos la prueba.

Sin duda alguna en las relaciones humanas, sobre todo entre padres e hijos, se dan muchas situaciones tensas: palabras desafiantes, actos de desobediencia, enfrentamientos varios, luchas generacionales, etc. Estos actos, con demasiada frecuencia, pueden dejar en ambas partes resquemores y rencores que, si se van almacenando, pueden convertirse en odio y cerrazón mental.

Esto nunca puede ser bueno en las relaciones paterno-filiales que, por definición, deben estar basadas en el amor y en la comunicación interpersonal. Pedir perdón y perdonar son el fundamento del amor. El perdón abre la puerta de la comunicación. Es verdad que nuestros hijos muchas veces hacen y dicen cosas terribles, de esas que llamamos imperdonables, pero en algunas ocasiones los adultos no nos paramos a pensar que nosotros también las hicimos, y que nuestros padres nos supieron perdonar o quizás no lo supieron hacer, y dentro de nosotros todavía existe una cierta huella negativa hacia ellos.

 

El perdón, saber pedir perdón y perdonar es una cosa importantísima para poder educar a hijos felices, positivos y maduros. Si fuimos perdonados por nuestros padres nos debe resultar fácil perdonar a nuestros hijos. Si no lo fuimos o no lo experimentamos, pensemos en el sufrimiento consciente o inconsciente que eso nos provoca y no se lo provoquemos a nuestros hijos. Naturalmente que el perdón es un acto difícil, porque para perdonar o pedir perdón debemos pasar por encima de nuestro ser, de nuestro orgullo.

Pero siempre es educativo, porque pedir perdón y perdonar son actos absolutamente necesarios ya que que son el fundamento del amor. El mismo Jesús nos lo recuerda: Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial. El perdón abre un camino claro hacia Dios y, al mismo tiempo, nos abre la puerta de la comunicación con la otra persona, máxime si es un niño o un adolescente.

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