Victoria Braquehais: Enseñar a vivir no encerrado en una jaula

La educación en la República Democrática del Congo es un desafío. No he dicho “África” porque África no es un país, sino un continente inmenso y un mosaico de culturas, razas y pueblos. Aquí se le da mucha importancia a la tradición oral, aunque se va perdiendo por la rápida confluencia e influencia de muchas corrientes que vienen de un lado y otro de nuestro mundo global. También se insiste mucho en la repetición, en parte por la escasez de libros y de materiales. Aunque eso es importante en un sistema educativo, con frecuencia se hace en detrimento de la asociación, de la investigación y del sentido crítico.

Y dentro del desafío educativo, creo que un gran reto es afrontar el peligro de las historias únicas, como decía la escritora nigeriana Chimamanda Adichie en un simposio de TED. Muchos creen que los estereotipos son aquellos que vienen del exterior, como denunciaba Toni Morrison en 1970 en su novela The Bluest Eye, que narra la historia de Pecola, una chica negra que desea tener los ojos azules, aspiración que cristaliza su complejo de inferioridad. La literatura postcolonial, como aquí la de Zamenga Batukezanga (R.D.Congo, 1933-2000), es otro aspecto de esa denuncia y del anhelo por encontrar una identidad propia y auténtica.

 

Pero los estereotipos también vienen de dentro, del mismo país y cultura en la que uno vive, como expresa la misma Chimamanda en su ensayo Todos deberíamos ser feministas. Por eso, para no vivir encerrados en una jaula – la que nos ha venido de fuera o la que nosotros mismos nos hemos creado – es necesaria la educación, que hace cantar a nuestro pájaro interior, parafraseando el título de un conocido libro de la escritora afroamericana Maya Angelou. Lo dice L. Lomong en Correr para vivir, un atleta de Sudán del Sur que fue un niño de la guerra y que pasó gran parte de su  infancia y juventud en un campo de refugiados de Kenya, que llegó a ser abanderado de Estados Unidos en unos Juegos Olímpicos y que continúa aún su carrera, en la pista y en la vida.

La educación puede ser como ese gran árbol del que habla Nelson Mandela en su autobiografía A Long Way to Freedom, en el que todos podemos ser acogidos y valorados por lo que de verdad somos: seres humanos. Como dijo el mencionado líder sudafricano, la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo. Y es, sin lugar a dudas, el mejor camino para la paz.

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