¿Son las redes el problema real?

No podemos negarlo. Se ha hecho una labor importante en la demonización de las redes sociales. Muchos padres, profesores, equipos directivos de centros, párrocos, etc. se han encargado de remarcar, sin ningún éxito, los aspectos más negativos de las redes sociales, sin presentar —que yo sepa hasta ahora— ninguna solución eficaz a dichas situaciones. Pero ¿es que hemos dado con la raíz del problema? ¿Son las redes sociales el problema real que hay que atajar? ¿No será que nos estamos equivocando al satanizarlas? Las opiniones e investigaciones son muy diversas; muchas veces depende de las tesis y los prejuicios de donde se parte. La realidad es muy compleja. Pero lo que está claro es que las redes han llegado para quedarse y no pareecen ser el problema.

Más bien están demostrando un éxito increíble, probablemente debido a la respuesta que ofrecen a la necesidad innata del corazón humano por vivir en conexión con sus semejantes. Las desviaciones y malos usos que se den de ellas no dependen de su existencia, sino de los problemas que encierra cada corazón humano. Más aún cuando nos referimos a personas en proceso de formación. Ni siquiera cuando negamos un smartphone a niños o adolescentes conseguimos que dejen de conectarse. Hay mil maneras de hacerlo que ellos conocen mejor que sus padres y educadores. El quid de la cuestión es qué estamos haciendo para educarlos en el uso de redes sociales. ¿Cómo estamos ayudándoles a los niños y jóvenes a tener criterios claros y sólidos en el uso de estas tecnologías relacionales? No se trata solo de mostrarles los riesgos que corren, que aunque es necesario, se ríen ellos a su edad de esos riesgos. Se trata de ir más al fondo de la cuestión: Educar la necesidad de conexión, de reconocimiento, de protagonismo, de aventura, etc. Necesidades comunes al género humano que, mal orientadas, pueden jugarnos a todos malas pasadas, en lo digital y también en lo offline.

Los riesgos ‘online’ surgen rápido si existen problemas emocionales ‘offline’ en lo familiar

Voy a decirlo más claro: Ya no podemos hablar de adicción al móvil o a una red social (whatsapp, instagram, etc.). El móvil es el primer medio de socialización entre los jóvenes y el objeto más usado en el planeta. Los riesgos online surgen rápido si existen problemas emocionales offline, sobre todo en el núcleo familiar. La tecnología les cubre, a través de la red, sus necesidades emocionales no satisfechas en familia. Es muy difícil que creen dependencia de amigos digitales si viven a gusto y satisfechos con los amigos reales que ven con frecuencia. El ansia de protagonismo desaparece si en la familia se siente escuchado, valorado y querido. El problema del sexting está más lejos cuando pueden hablar de estos temas sanamente con sus padres. Obviamente, no se trata de ser ingenuos y en este tema también son necesarios los límites. Lo que no funciona es la prohibición, la satanización, que tiene sus raíces más en nuestra ignorancia del tema. Conseguir que ellos tengan confianza para contarnos qué sienten y qué viven en lo online, es clave para ayudarles a crecer sanos. Los riesgos serían los mismos sin las redes sociales. El verdadero problema es que los adultos acertemos a la hora de orientarles y para ello debemos conocer estas realidades.

No es tan banal la cuestión. Nos jugamos mucho. Tanto como el construir generaciones sanas o taradas. El problema no es la red, sino la educación que implica también a padres y educadores


Xiskya Valladares. Doctora en Comunicación. Licenciada en Filología Hispánica y Másteres en Periodismo y Dirección de Centros Educativos

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