La música que transforma

Imagen del reportaje Música que Transforma

La música es arte, y también experiencia estética. Es producto cultural, y también estímulo. Impulsa la creatividad e innovación, hace crecer las capacidades individuales para el pensamiento abstracto y la expresión verbal. Pero no es sólo vehículo para el deleite personal: supone un poderoso instrumento de socialización, y coros y orquestas, un vehículo privilegiado para aprender a trabajar en equipo.

La música es generadora y moduladora de poderosos estados emocionales, y acaba siendo utilizada con los objetivos más diversos: desde la salud (musicoterapia) al fomento del consumo: la ligazón de composiciones y anuncios publicitarios y los hilos musicales usados en centros comerciales no se usan porque sí, y hay décadas y numerosos estudios que avalan su eficacia.

La música influye y mucho, aunque, llamativamente, su presencia en currículums y programas de todas las etapas educativas no haya dejado de descender en los últimos años.

¿Por qué? Antoni Miralpeix, doctor en Educación y profesor de la Universitat Ramon Llull, apunta que «somos herederos de una sociedad industrial que ya no existe, donde predominaba la importancia de los conocimientos básicos y objetivos: saber leer, escribir y contar. Ahora, vivimos otro momento, donde la creatividad, la capacidad de adaptación y la innovación deberían prevalecer». Por ello, la tendencia actual «es que políticos y sociedad en general ignoren y menosprecien el poder de la música y de las artes en la educación». Miralpeix describe que reflexionar sobre la importancia de fomentar en la educación la capacidad de adaptación, innovación y creatividad no es concepto nuevo: «esto ya lo decía Darwin». Ahí, la música resulta un instrumento muy útil.

La importancia del desarrollo de la capacidad de‘aprender a pensar’ y el fomento de la sociedad de la creatividad e innovación son lugares comunes en el debate, pero esta divergencia entre medios y objetivos es llamativa. El director de L’Auditori de Barcelona, el musicólogo Joaquim Garrigosa, que ejerció entre 1993 y 1996 de responsable de Enseñanzas Artísticas y Musicales en el departamento de Educación de la Generalitat catalana, advierte que «la evolución de la educación ha ido buscando unos parámetros de inmediatez donde aquello que se imparte debe ‘servir’ para algo, y de acuerdo con esta idea, la música no ‘sirve’. La música, la cultura en general, crean ciudadanos con una capacidad de pensamiento muy abierta, con una inteligencia mucho más flexible y adaptable, ciudadanos con reflexión crítica. Pero eso es poco indicado para un sociedad que más que educar, instruye». Esta diferencia entre educar e instruir es, en su opinión, básica, ya que instruir «es ofrecer y transmitir contenidos y conocimientos, pero sin crear competencias ni habilidades», lo que es básico para contar luego con capacidad de adaptación e innovación.

En opinión de Garrigosa, el panorama favorece una apuesta por una educación y una sociedad «donde se buscan resultados de rentabilidad inmediata, sin preocuparse por la adaptabilidad de la persona a la plenitud de la vida» y se forman «mentes muy desarrolladas, pero al mismo tiempo sumisas», frente a una formación de carácter más integral, «global».

En el modelo de inteligencias múltiples de Howard Gardner, donde este investigador estadounidense asume que se requiere del desarrollo de varios tipos de inteligencia. La musical es uno de los ocho tipos de inteligencia a tener en cuenta. Y la forma de enseñarla también es importante para que sea efectiva. Para Miralpeix, «la educación musical ha estado y aún está muy mal planteada en la mayoría de escuelas de música y conservatorios, que también son esclavos de una forma de educar caducada. Muchos niños y niñas que estudian música sólo leen partituras y tocan lo que han escrito otros. En general, no improvisan y crean desde el comienzo. Somos herederos de una educación musical que no potencia la creatividad y este es un error monumental. De esta manera, la música se convierte en algo prescindible para mucha gente».
Miralpeix, que es miembro del grupo de investigación de la URL sobre ‘Pedagogía, Sociedad e Innovación con el apoyo de las TIC’ describe que «lo más fácil es enseñar tal y como te enseñaron, se suele caer en la rutina» y aunque se hable mucho de innovación «en general, no se hace.

Es cierto que hay proyectos como Horizonte 2020 (iniciado en las escuelas jesuitas en Cataluña) encarados a realizar un cambio profundo en la educación. Lo que ocurre es que no veo un planteamiento claro en la educación especializada», como es el caso de la musical. En su opinión, «a menudo, los proyectos interdisciplinarios se quedan en la superficie de determinadas materias. En el caso de la música, en muchas ocasiones consiste en poner una música de fondo. Otra cosa sería si estos alumnos tuviesen que crear la música ellos mismos. Entonces sí sería un buen plan».

Inmersión

Por su experencia en las aulas, Garrigosa, que fue director del Conservatorio de Vila-Seca entre 1996 y 2012, señala que «es esencial trabajar con diferentes líneas de conocimiento» para realizar una educación musical efectiva. «No podemos dejar de trabajar la educación corporal y la respuesta del ritmo, la educación del oído y de la melodía, la capacidad de escucha y el reconocimiento de la música bien hecha y de las obras maestras. Y todo ello, siempre ayudado de la práctica musical de conjunto, especialmente del canto coral. No es posible llegar a ninguna forma de conceptualización teórica si antes no hemos llevado a cabo la experimentación práctica. No podemos aprender el nombre de las notas musicales sin haber cantado mucho antes».

Miralpeix ve «muy claro como plantear una buena educación musical: partiendo de la materia prima de la música, que es el sonido, y no de la partitura. La música, como cualquier lenguaje, primero se aprende por inmersión, escuchando, improvisando, hablando, creando, y como último paso, escribiendo».

«Hay muy buenas metodologías para enseñar música en la escuela, pero a veces faltan los maestros bien preparados musicalmente, y sobretodo, pienso que nos falta la compresión en la sociedad de la importancia de la música en la educación», matiza Garrigosa. La música, puede conectar fácilmente en Infantil y Primaria con ámbitos como «la educación del medio, matemáticas o ciencias experimentales. En Primaria, también con la mal llamada educación física, que es educación del movimiento, donde la danza debería jugar un papel esencial», y permite trabajar la inteligencia corporal, otra de las descritas por Gardner.

La música no es sólo experiencia cultural y artística, también puede constituirse en «un potente vehículo de integración social y en un sistema de formación de personas», explica la profesora de CESAG Irina Capriles al relatar la experiencia de El Sistema en Venezuela. El Sistema es un programa de acción social y de formación musical impulsado en 1975 por José Antonio Abreu, premio Príncipe de Asturias en 1998.

La metodología, de carácter muy activo, «en que la práctica de la música y el aprendizaje del lenguaje musical se hacen al mismo tiempo, las clases son colectivas, y no individuales (la especialización y las clases específicas vienen después), los alumnos más destacados ayudan a sus compañeros (una idea muy presente en el aprendizaje cooperativo) y destaca por un sistema de ascenso totalmente meritocrático», ha acabado convirtiéndose en una historia de éxito: experiencias inspiradas en El Sistema han sido adoptadas ya en 25 países.

Formación y transformación

Esta programa, reconocido también por la UNESCO, ha ofrecido formación musical a centenares de miles de jóvenes en entornos desfavorecidos, implicándoles en decenas de orquestas y coros infantiles y juveniles organizados en núcleos. En varios de ellos trabajó Capriles de 1984 a 1999. Las familias más pobres no pagan y quienees pueden lo hacen en función de su renta. La música no es sólo arte, «supone formar personas más completas, más flexibles, implica compromiso de equipo, porque en un coro o una orquesta, no sólo eres tú. Son importantes tus compañeros, los necesitas, por tanto son verdaderas escuelas de liderazgo y de construcción de personas. Es un error valorar a una persona sólo por si es productiva económicamente. Somos mucho más» y por ello, es una cuestión importante no dejar la formación «de personas sensibles y cultas como algo elitista. La idea de El Sistema es partir de la música para llegar al hombre, y en la música, una herramienta de transformación».

Capriles ultima su tesis doctoral sobre música e integración social. «Música y deporte comparten algo en común», describe la profesora del CESAG, «todo el mundo puede disfrutar con una buena música o acceder a una actividad deportiva. Hay quien tiene unas capacidades innatas, pero todos podemos desarrollarlas» y construir una educación integral. «Actualmente, hay una obsesión por superespecializar a los alumnos», describe Joaquim Garrigosa, cuando «la mejor manera de formar capacidades en los estudiantes es con una educación más global e humanística» y es de la convicción de que la cultura no sólo se hereda, «sino que también se construye».

Antoni Miralpeix describe también una relación de la música con la educación emocional: «las emociones son un aspecto a trabajar (en la educación), y no sólo a partir de la música, es un tema transversal. Lo que sí es cierto es que la música va directo al corazón, pero también afecta al cerebro», describe Antoni Miralpeix, para quien aún «estamos en pañales» en cuanto a la utilización de las tecnologías en el aula a la hora de mejorar la educación musical. Aun así, «la tecnología es importante si es invisible. O sea, lo importante no es la tecnología, sino lo que puedes hacer con ella».

Musicales por naturaleza

El neurocientífico, músico y psicólogo Stefan Koelsh, profesor de la Universidad Libre de Berlín, destacó en 2011 en entrevista al diario La Vanguardia, que “el cerebro no distingue entre música y lenguaje, especialmente en los cerebros infantiles”, por lo que la adquisición del lenguaje y de la música  ‘comparten’ la misma red cerebral. Por ello, agregó Koelsh, “los niños a los que se estimula el lenguaje musical aprenden más rápido los procesos del lenguaje, los matices, la sintaxis y la habilidad de escucha; y tienen menos problemas de dislexia”. Lenguaje y música son una seña de identidad específica del ser humano, que nos diferencia de los animales. El investigador y neurofisiólogo Robert Zatorre, del laboratorio BRAMS (Brain, Music and Sound) de la Universidad McGill de Montreal, destacó al rotativo ABC  el papel de la música en la conservación de la ‘plasticidad’ del cerebro , así como en el control de nuestro sistema nervioso: «Hay más control del lado izquierdo de cerebro para el habla y del derecho en el canto para controlar el tono. Requiere un control mayor» en el cerebro.

Para Joaquim Garrigosa, musicólogo y director de L’Auditori, el aprendizaje de la música es básico para el fomento del pensamiento abstracto, «ya que trabaja en cinco diferentes niveles de lectura».

Tres propuestas diferentes

MÉTODO BAPNE. Este método, desarrollado por el doctor Javier Naranjo, impulsa el aprendizaje de la percusión corporal y el canto (y no una mera escucha musical) como vía de estimulación cognitiva. www.percusion-corporal.com

EL SISTEMA. Para muchos estudiantes, participar en uno de sus núcleos es la ‘extraescolar’, con alta implicación a todos los niveles, tanto en horas como de las familias. Se incentiva  la participación del alumno en conciertos de sus orquestas y coros desde el principio. http://fundamusical.org.ve/el-sistema

MÉTODO ORFF. Método de enseñanza musical con un marcado énfasis en la percusión y el ritmo, como alternativa al tradicional solfeo. Basa la metodología en la relación ritmo-lenguaje: en hacer sentir la música antes de aprenderla. El sistema fue desarrollado en 1930 por el compositor alemán Carl Orff. Se utiliza en muchos países: orff-spain.org

 

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