Verde y naranja

Lo demasiado saturado se empasta y lo empastado pierde todos los matices. En la fotografía un exceso de luz siempre crea problemas, pero mucho más si se trata de luz naranja. Esto se debe a cómo están hechos y funcionan los sensores: captan más verde que rojo y azul. Y es a propósito porque es el color que mejor ve el ojo humano. En cambio, el color naranja, tan presente en la realidad, resulta más difícil de procesar por tener una longitud de onda cercana al límite del espectro visual humano. En cualquier caso un color demasiado saturado pierde sus matices.

Todo esto viene a cuento de los grandes temas tratados en los reportajes de este número de la revista. Por un lado, la  saturación de información y de productos comerciales que vivimos en la actualidad. Y por otro, la necesidad de aprender a mirar en clave ecológica, verde.

Toda saturación nos hace perder los detalles. Y son los detalles los que nos ofrecen calidad y nos permiten disfrutar. He conocido personas que me decían que ya no leen las noticias, ni tienen cuentas en redes sociales, ni siquiera ven los telediarios porque estaban saturados. Ese es uno de los peligros de no saber qué hacer con toda la información que continuamente nos llega de  todas partes. Es que sin ninguna voluntad de buscarla, una persona que se mueve normalmente entre su casa y su trabajo, recibe a diario una media aproximada de 3.000 impactos publicitarios al día que suponen más de un millón al año. A ese ritmo nos acosa el consumismo de productos comerciales e informativos.

Toda saturación hace perder los detalles, que ofrecen calidad y permiten disfrutar

Y por eso pensamos que no basta con educar en criterios de selección y filtro para procesar tanta información y tener una vida psicológica sana. También es cuestión de justicia y humanidad.  En medio de la saturación del supuesto «primer» mundo, seguimos sin alcanzar los objetivos de desarrollo del milenio que se propuso a ONU para la gran mayoría de países en temas de pobreza y educación. Lo que nos sobra no nos pertenece.

Me resulta complicado hablar de consumismo y de infobesidad teniendo en cuenta que incluso en muchos de nuestros centros de África y América la realidad es completamente distinta. Solo puedo pensar que en situaciones como esta, no podemos permanecer indiferentes a la llamada de emergencia de quienes siguen en los umbrales de la pobreza y ni siquiera tienen fácil el acceso a la educación básica. Nos sobra lo que a ellos les falta, pero ellos son ricos en lo que nosotros carecemos. Ellos conservan limpia esa mirada verde. A nosotros la saturación nos ha empastado el naranja. Cuando ciertamente es el naranja el que da el tono vital y jovial a la vida.

En la pintura los colores se forman de manera muy distinta que en la fotografía que lo que capta es la frecuencia de la luz. El naranja surge de la combinación del amarillo y el rojo. Psicológicamente este color se asocia con la diversión, la juventud, la vida, lo sociable. El rojo y el amarillo separados no producen la misma sensación. Juntos, rojo y amarillo, neutralizan sus fuerzas y cuentan algo distinto, más vital, más positivo y más social. Quizás el mundo tenga mucho rojo en la actualidad, incluso mucho amarillo. Rojo de sangre y pasión, de guerras y de desgracias. Amarillo de superficialidad y de egocentrismo, de indiferencia y de ocultar el rostro ante el dolor ajeno. Pero naranja son la vida, el sol, y las frutas de más gusto. Necesitamos desaturarnos para descubrirlo en nuestros amaneceres, en el fuego, en las frutas y verduras… La mirada verde y silenciosa nos puede ayudar.


Xiskya Valladares. Doctora en Comunicación. Licenciada en Filología Hispánica y Másteres en Periodismo y Dirección de Centros Educativos

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